United States or Senegal ? Vote for the TOP Country of the Week !


Halléme bozal, el estómago apurado, las tripas de posta, que se daban unas con otras de vacías; comí como el puerco la bellota, todo a hecho, aunque verdaderamente sentía crujir entre los dientes los tiernecitos huesos de los sin ventura pollos, que era hacerme como cosquillas en las encías.

Sentíase bella y gozábase de ello, dejando entrever la blancura de sus dientes, por entre la púrpura de sus labios ligeramente abultados.

Como la torre de los Lujanes no estaba lejos, y los lacayos que llevaban la litera iban de prisa, muy pronto la litera paró á la puerta de la torre, salió de ella doña Clara, y presentó la orden de soltura al alcaide. Y van dos, las dos principales y hermosas dijo entre dientes el alcaide leyendo la orden. Afortunadamente no le oyó doña Clara.

Y hacía chasquear entre los dientes la uña sonrosada y aguda de su pulgar. A usted se lo digo todo continuó. Después de su larga ausencia, en la que alguna vez me he acordado de usted, siento el deseo de que me conozca bien y para siempre. A ver si así vivimos tranquilos.

Esta consideración me embota los dientes, entorpece las muelas, y entomece las manos, y quita de todo en todo la gana del comer, de manera que pienso dejarme morir de hambre: muerte la más cruel de las muertes.

Su linda cabeza colgaba horriblemente. Su boca entreabierta dejaba ver dos hileras de pequeños dientes apretados por las convulsiones de la agonía. Sus ojos, que una mano piadosa no había cerrado a tiempo, parecían mirar la muerte con espanto. El puñal estaba en medio de la pieza, en el sitio en que le Tas lo arrojara. La sangre lo había inundado todo.

Mil duendecillos, de figuras repugnantes, manos de araña, vientre hinchado, boca encendida, de doble hilera de dientes, ojos redondos y libidinosos, giran constantemente alrededor de portero dormido, y le echan en los oídos jugo de adormideras, y se lo dan a respirar, y se lo untan en las sienes, y con pinceles muy delicados le humedecen las palmas de las manos, y se les encuclillan sobre las piernas, y se sientan sobre el respaldo del sillón, mirando hostilmente a todos lados, para que nadie se acerque a despertar al portero: ¡mucho suele dormir la grandeza en el alma humana!

Todas son elegantes, todas son bonitas, todas son muy blancas, la institutriz de marras inclusive, que, además de muy blanca, es muy sonrosada, ¡una manzanita! ¡Pero aventaja a todas también ese diablillo de Mariana! ¡Mariana! de puro rostro oval, mate blancura, grandes ojos en que voltejea la ironía y pequeños dientes de roedor.

Al mirarla, afanada, despidiendo de sus dientes y coyunturas un sudor negro y craso, sentía que se le comunicaba el vértigo de ella, y por momentos se suponía también compuesto de piezas de hierro que marchaban a su objeto con la precisión fatal de la Mecánica.