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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Ya no estás en la cama, ya estás casi bueno. ¿Cómo te sientes de fuerzas? Di: ¿toreamos o no? Tienes todo lo que queda de invierno para ponerte fuerte. ¿Se admiten contratas o renuncias este año a torear?...
Y hecho, esto, sentóse cabo della, preguntándome muy por extenso de dónde era y cómo había venido a aquella ciudad. Y yo le di más larga cuenta que quisiera, porque me paresció más conveniente hora de mandar poner la mesa y escudillar la olla que de lo que me pedía.
Y añadía furioso el Rojo: ¡Di: a la oreja! ¡tísica o te baldo! ¡A la oreja! ¡a la oreja! El Ratón se vio acosado por todos sus colegas que se le colgaron de las orejas. ¡Zurriágame la melunga! volvió a gritar la madre, y los pillos se dispersaron otra vez. En aquel momento el Magistral se acercó a la niña. La madre dio un grito de espantada.
Consentir que te hablase de otro modo que como una hermana, era hacer traición a tu hermana y hacerte a ti muy poco favor. Pues ya está replicó la niña en tono desdeñoso. Pues no estará replicó doña Paula con enojo y levantándose. ¿Qué te has propuesto, vamos, di?... Mejor dicho, ¿qué os habéis propuesto? Debes suponerlo. Casaros, ¿verdad? preguntó en tono sarcástico.
Gregoria, no me tientes la paciencia... ¿Quién es? Di, vamos a ver. Gregoria, no me tires de la lengua. Y lo creo que tiraría de ella y se la arrancaría con mucho gusto; ¡qué hombres estos! tienen una mujer buena, que les quiere, que les mima, que les cuida cuando están enfermos, y el pago que la dan es engañarla, traicionarla, burlarla, con esas mujeres de la calle, que así son ellas.
»-Que me place -dijo Anselmo-: di lo que quisieres.
A mí no me pareció mal la moza para el deleite, y lo otro la comodidad de hallármela en casa. Di en poner en ella los ojos; contábales cuentos que yo tenía estudiados para entretener; traíalas nuevas aunque nunca las hubiese; servíalas en todo lo que era de balde.
En gracia le cayó a Tomás los ofrecimientos del favor que su amo le había hecho, y los infinitos y revueltos arcaduces por donde le había derivado; y aunque conoció que antes lo había dicho de socarrón que de inocente, con todo eso, le agradeció su buen ánimo y le entregó di dinero, con promesa que no faltaría mucho más, según él tenía la confianza en su señor, como ya le había dicho.
Cuando de niño me enfadaba con él, le llamaba «gallego» y recordaba los grandes hechos de la Independencia, que habían servido, según mis ideas, para echar a patadas del país a una banda de extranjeros explotadores... Al viajar por el interior de mi tierra, vi claro; me di cuenta de los sufrimientos y trabajos de aquellos hombres que fueron extendiendo por el desierto la civilización de su época.
¿Ves que seria me pongo?... Es que me haces reír tú... Vaya, te hablaré con formalidad. Estoy haciendo un ajuar. Vamos, no quiero oírte... ¡Qué guasoncita! Que es verdad. Pero. ¿Te lo digo? Di si te lo digo. Pasó un ratito en que se estuvieron mirando. La sonrisa de ambos parecía una sola, saltando de boca a boca. ¡Qué pesadez!... di pronto... Pues allá va... Voy a tener un niño.
Palabra del Dia
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