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Mi amada recobró su alegría y su gracia seductora, Íbamos lentamente por los frondosos senderos del bosque y habíamos olvidado el objeto de nuestro paseo, cuando vimos venir a nuestro encuentro, muy lejos aún, a Elena con Polidora, que no nos habían visto y se detenían de vez en cuando para cortar flores. Ahí tiene usted al retoño de Lacante en su elemento dijo Luciana con un dejo de desdén.

El estrépito de los coches y su número desusado sorprendían á los transeuntes, que se detenían, y al enterarse de que era boda gritaban riendo: ¡Vivan los novios! Y los de la comitiva respondían con vivas aún más sonoros, golpeando al mismo tiempo con los bastones hasta romperlos.

Los tres iban en una misma fila: se detenían en todos los escaparates para ver las mantillas, los lujosos vestidos, las telas riquísimas, las joyas, y parecían muy gozosos y entretenidos de lo que veían. En la esquina había una castañera. Detuviéronse. El cojo sacó cuartos del bolsillo, la mujer un pañuelo, compraron, probó el chico y luego siguieron.

Mozos encandilados por el alcohol, que se detenían para requebrar a las chicas; honrados padres de familia que bregaban con la prole máxima, mientras la esposa traía en brazos al mocoso rebelde y llorón.

Durante el almuerzo dominical, las dos señoritas hacían comentarios sobre las personas y méritos de varios jóvenes del pueblo y de las estancias próximas que se detenían en la puerta de la iglesia para verlas.

El carro, en su marcha traqueteante, había dejado atrás al gitano y a Salvatierra, que se detenían para hablar. Ya no le veían. Les servía de guía su lejano chirrido y el plañir de la familia, que marchaba a la zaga, acometiendo de nuevo la canturía de su dolor. ¡Adiós, Mari-Crú! gritaban los pequeños, como acólitos de una religión fúnebre. ¡Se ha muerto nuestra prima!...

Sin embargo, una tristeza profunda anudaba la garganta de aquellos valientes, y ora uno, ora otro, se detenían de improviso en su yantar, dejaban caer el tenedor y abandonaban la mesa diciendo: «Ya he comido bastanteMientras los guerrilleros reparaban así sus fuerzas, los jefes estaban reunidos en la sala inmediata para acordar las últimas disposiciones concernientes a la defensa.

A menudo arengaba Tiburcio a los marineros y a los soldados, pero los hechos eran más elocuentes y persuasivos que las palabras. Ora vientos contrarios y borrascas que combatían la nave, ora pesadas calmas que la detenían en su carrera, vinieron a dar pábulo a la irritación general. De temer era que la sublevación estallase de un momento a otro.

El cambio de las riberas continentales, el descenso gradual de las alturas que detenían las nubes de lluvia y de nieve, la dirección distinta que los vientos húmedos seguirán por el espacio; la división de su cuenca actual en valles distintos, y en fin, la apertura de canales subterráneos en los cuales desaparecerán las aguas, pueden tener por resultado la extinción de manantiales y la desaparición completa del arroyo.

Las palabras que le murmuraba Huberto le daban una animación, un brillo insólito; atraía todas las miradas. Además, los dos jóvenes formaban una pareja tan encantadora, que todos se detenían para admirar la flexibilidad y la gracia de sus movimientos. La joven, al sorprender las miradas de sus amigas fijas en ella, presintió que le envidiaban aquel novio probable, y esto no la contrarió.