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Actualizado: 17 de julio de 2025


Yo no , lector, si alguna ocasión te has encontrado de noche en un vasto templo, sin más luz que la que despiden algunas lamparillas colocadas al pie de las efigies, y sintiendo el vuelo y el graznar fatídico de esas aves que anidan en las torres y bóvedas.

¿Y qué es lo que han dicho de vos? ¿Os despiden o podéis quedaros? Me echan balbuceó Marta temblando de emoción y sin entender casi lo que la cocinera le preguntaba. Despedida y sin remedio, ¿no queda ninguna esperanza? Es una desgracia, Marta, y os compadezco sinceramente. La señorita me contó cómo pasaron las cosas. Vos no tenéis la culpa. ¿La señorita? preguntó Marta . ¿Cómo se siente?

Déjase ver esta diosa con rostro resplandeciente; transfigurándose en ángel de luz; los dioses aparecen horribles y sucios; la cabeza y el rostro de color de sangre, orejas de jumento, la nariz chata, ojos en extremo grandes, de que despiden ardientes llamas, los cuerpos de color resplandeciente; el vientre le ciñen vívoras y dragones.

Entonces ofende á Florida un caballero: Duardos se viste de nuevo de Príncipe; vence en la lid al ofensor, y su heroísmo contribuye á que el Emperador, al saber quién es, le perdone su triunfo anterior con Primaleón y le conceda la mano de su hija. Cantando un bello romance se despiden al fin los felices amantes de la corte de Constantinopla, y se encaminan á Inglaterra.

Veinticinco y veintiocho exclama . Caballo... Luego, dirigiéndose a , continúa: Son 20 pesetas tiradas... Este año llevo perdidas ya 15.000. ¡Como no se repita lo del año pasado...! ¿Sabe usted cuánto me costó la broma el año pasado? Pues 7.000 duritos justos. No se gana nunca, nunca... La ruleta gira vertiginosamente. Los azares despiden de cuando en cuando la bola con un ruido seco.

El abadejo y sus millones de huevas bastarían por solos para yodar toda la tierra. ¿Le hace á usted falta calor? El mar lo tiene, y el más perfecto de todos, ese calor insensible que despiden los cuerpos crasos, latente, pero tan poderoso, que si no era repartido, balanceado, equilibrado, derretiría todos los hielos, convirtiendo el polo en Ecuador.

De esta manera llegan hasta los pies de la Virgen y allí se despiden cantando largo rato. Luego, caminando hacia atrás, sin volver la espalda, doblando las rodillas cada pocos pasos y alzándose después, salen de la iglesia sin dejar de cantar y de sonar los panderos. Fuera se diseminan. Todas llevan colgado al cuello el santo escapulario tocado á la Virgen.

Así, esa ciudad, que trabaja en la superficie como en el seno oscuro de su rico suelo, es hoy esencialmente fabricante, y el viajero curioso no puede ver á sus laboriosos habitantes, sus viejas, tristes y tortuosas calles y sus interesantes monumentos, sino al traves del humo y el polvo de carbon que despiden constantemente las chimeneas de sus numerosas fábricas y fraguas.

Palabra del Dia

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