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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Al día siguiente, muy de mañana, sintieron los dos que les despertaban de un empujón; se levantaron y oyeron la voz de Luschía: Hala. Vamos andando. Era todavía de noche; la partida estuvo lista en un momento. Al mediodía se detuvieron en Fagollaga y al anochecer llegaban a una venta próxima a Andoain, en donde hicieron alto. Entraron en la cocina. Según dijo Luschía, allí se encontraba el Cura.
Llegó a quejarse don Tomás de que sus ladridos no siempre despertaban al amo ni a la doncella, de que se le hacía esperar mucho tiempo, y para evitar reyertas y plantones, se acordó que Crespo y Quintanar acudiesen al parque a la misma hora sin necesidad de ladrar a nadie.
Las dos señoras agitaban sus pañuelos, sonreían á los soldados, les enviaban palabras de saludo. Muchos permanecían inmóviles, mirándolas con ojos de fiera adormecida. Llevaban cuatro años de ovaciones, conocían la realidad, la terrible realidad que existe detrás de ellas. Otros, más jóvenes ó más ardorosos, despertaban á la vista de estas dos mujeres elegantes.
Por último, el presidente hizo sonar la campanilla y, encarándose con el acusado, dijo: En vista de las pruebas que acaban de practicarse y de los informes de los señores letrados, ¿tiene el procesado algo que manifestar al tribunal? El P. Gil se levantó de su banco y paseó una mirada tan suave como vaga por la sala. Parecía que le despertaban de un sueño. Tardó algunos instantes en hablar.
El espectáculo de la ignorancia, del vicio y del embrutecimiento le repugnaba hasta darle náuseas y se arrojaba con fervor en la sincera piedad, y devoraba los libros y ansiaba lo mismo que para él quería su madre: el seminario, la sotana, que era la toga del hombre libre, la que le podría arrancar de la esclavitud a que se vería condenado con todos aquellos miserables si no le llevaban sus esfuerzos a otra vida mejor, una digna del vuelo de su ambición y de los instintos que despertaban en su espíritu.
Además no podía esperar, sino después de muchos años, obtener en funciones más independientes, las ventajas que se me ofrecían desde luego, y que me permitirían trabajar en seguida en el porvenir de mi hermana. Conseguí, pues, vencer mis repugnancias, pero habían sido tan vivas, que se despertaban con más fuerza en presencia de la inminente realidad.
Los lengüetazos la despertaban sobresaltada, y con la tristísima impresión de que todo aquello era mentira, lanzaba un ¡ay!, y su marido le decía desde la otra cama: «¿Qué es eso, nenita?... ¿pesadilla?». «Sí, hijo, un sueño muy malo». Pero no quería decir la verdad por temor de que Juan lo tomara a risa.
Algunas veces, la bestia, imitando al amo, detenía el paso y quedaba inmóvil, con las orejas desmayadas, como si dormitase, hasta que la despertaban un tirón de riendas y un juramento. La lluvia cesó al amanecer. Una luz violácea se filtró por entre las nubes, que pasaban bajas como si fuesen a rozar los tejados.
Siempre y cuando puedas darle un disgusto, dáselo, por vida del santísimo peine... Que no se rían de ti porque naciste pobre. Quítale lo que ella te ha quitado, y adivina quién te dio. Fortunata no contestó. Estas palabras y otras semejantes que Mauricia le solía decir, despertaban siempre en ella estímulos de amor o desconsuelos que dormitaban en lo más escondido de su alma.
Para no hacer sospechar á la señorita de Porhoet la pérdida definitiva de su pleito, proseguía regularmente la exploración de sus archivos de familia. Descubría por intervalos en aquella selva de tradiciones y leyendas, rasgos de costumbres que despertaban mi curiosidad y transportaban por un momento mi imaginación á los tiempos pasados, lejos de la desconsoladora realidad.
Palabra del Dia
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