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Actualizado: 18 de junio de 2025
Y como para nuestro mayordomo los proyectos eran resoluciones, y más tratándose de algo peligroso, dicho y hecho: levantóse velozmente, abrió una de las puertas traseras del palacio y se encaminó sin vacilar á las orillas del Lora. Despojóse inmediatamente del vestido y se zambulló en los cristales opacos del río con estrépito. La noche era despejada, pero sin luna.
Los habitantes son belicosos y proceden, a lo que se cree, de cruzamientos de papúes y polinesios. Son, en general, negros, de estatura alta y bien conformados, con la frente despejada, la nariz regular y el cabello lanudo, que se tiñen de rojo. Se adornan el cuello con medias lunas de nácar y figurillas de hueso, y las orejas con conchas de tortuga.
De mediana estatura, delgado, nervioso, su cabeza ocupaba casi una tercera parte de su cuerpo; quebrado el color, rayando en bilioso, un mechon de alborotados cabellos negros adornaba su despejada frente y entonaba la dureza de líneas de aquella nariz aguileña, de aquellas cejas desiguales que daban sombra á unos ojos en que la impaciencia, la sutilidad y la astucia eran tres amigas que contínuamente caminaban del brazo. ¿No le conoces, lector? ¿No le has visto salir á escena estas noches?
Guiado por Tiburcio e introducido en la estancia de Morsamor, no tardó en aparecer ante sus ojos el sabio Narada bajo el desarrapado traje de fakir o penitente vagabundo, a través de cuyo desaliño y de cuyos miserables harapos, resplandecían la majestad del noble e inteligente anciano, la despejada tersura de su frente y la limpia nitidez de su blanca y luenga barba.
Se balanceaba a su lado con movimientos de odalisca otro personaje diminuto, que a una fisonomía árabe despejada, de ojo poético y penetrante, reunía ciertas antítesis morales y físicas que revelan un prisma de nuestra raza sudamericana.
Rafael, sonriendo al poderoso santo como a un amigo de su niñez, pasó el puente y entró en el Arrabal, la ciudad nueva, anchurosa y despejada como si las apretadas casas de la isla, cansadas de la opresión, hubiesen pasado en tropel a la ribera opuesta, esparciéndose con el alborozo y el desorden de colegiales en libertad. El diputado se detuvo en la entrada de la calle donde estaba el Casino.
Su cara era fina y sonrosada, el corte de la cabeza perfecto, los ojos luceros, la boca de ángel chapado a lo granuja, las mejillas dos rosas con rocío de fango; y su frente clara, despejada y alegre, rodeada de graciosos rizos, convidaba a depositar besos mil en ella.
Por la calle del Arenal encontró a Joaquinito Pez, el cual, muy gozoso, le dijo: «Hemos tenido parte, mañana llegan». Oír esto Rosalía, y ver el cielo abierto, la cerrazón de su alma despejada, la cuestión del día 9 resuelta, y el mundo mejorado, y la humanidad redimida de sus añejos dolores, fue todo uno.
Y viendo despejada la marina Apolo del socorro mal venido, De dar fin al gran caso determina. Pero en aquel instante un gran ruido Se oyó, con que la turba se alboroza, Y pone vista alerta, y presto oido. Y era quien le formaba una carroza Rica, sobre la qual venia sentado El grave DON LORENZO DE MENDOZA, De su felice ingenio acompañado, De su mucho valor y cortesia, Joyas inestimables, adornado.
Solo por el lado de la fachada principal se presenta el edificio en su majestuosa grandeza; los demas lienzos de su elegante construccion aparecen ocultos entre las apiñadas casas que le cercan, lo cual produce una verdadera pena, pues la Catedral merecia presentarse sola y despejada á la admiracion del viajero.
Palabra del Dia
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