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Actualizado: 12 de junio de 2025


El cabello se le había despegado del cuero y se balanceaba sobre un boliche de la cama. Los dientes, parejos y pulquérrimos, habían saltado, con encías y todo, desde la boca hasta un vaso de agua. El vientre, enorme y pavoroso, ascendía, a punto ya de romper las amarras que le unían al resto del cuerpo. Felicita dejó escapar un ¡ay! desgarrado, y se cubrió los ojos.

Acomodáronse los seis como pudieron en la carretela, echando a Manuel Antonio al pescante. Media hora después estaban en la posesión del banquero. Alzose apresuradamente un altarcito en el salón principal de la casa, y antes de que amaneciese, el penitenciario bendijo la unión de los prometidos. Fernanda no había despegado los labios durante el camino.

Dejaron la calle de Atocha y se internaron por una de sus travesías laterales. Tristán marchaba delante con Escudero, detrás Barragán con Reynoso. Este no había despegado los labios, pero pocos momentos después de caminar los acercó al oído del paisano. ¿Quién es? Núñez murmuró Barragán apretando al mismo tiempo con afectuosa ternura la mano de su amigo.

Discurríase una noche en la tertulia palaciega sobre el Apocalipsis y el juicio final; y el virrey, volviéndose a un garnacha, mozo limeño y decidor, que hasta ese momento no había despegado los labios para hablar en la cuestión, le dijo: Y usted, señor doctor, ¿cuándo cree que se acabará el mundo? Es claro contestó el interpelado , cuando vuecelencia mande que se acabe.

La niña, hastiada ya de las expansiones familiares, se había despegado de ellos y reía en la puerta del fumadero, escoltada por su hermano y todos los admiradores, que parecían desnudarla con los ojos. Llegó Fernando hasta la terraza del café, atraído por el Canto de la Primavera, de Mendelssohn, que tocaba la música.

No es fácil decirlo. Seguía tan enamorada de su marido como el primer día de casada; pero Tristán no había respondido a sus anhelos de dicha y amor. No es que se mostrase con ella despegado; al contrario, ordinariamente más que marido era un amante fogoso y rendido, pero las desigualdades y suspicacias de su genio la hacían sufrir bastante. No había instante seguro con él.

El buque se había despegado del litoral; ya no se alcanzaba á distinguir la costa baja. Sólo á proa se mantenía visible el dorso saliente del cabo, emergiendo como una isla. Caragòl apareció con una bandeja en la que humeaban dos vasos de café. No quería ceder á ningún marmitón el honor de servir al capitán cuando estaba en el puente.

A todo esto, ni la superiora ni las hermanas habían preguntado quién era yo y cómo y por qué se encontraba Gloria en aquel sitio. Dirigíanme con disimulo vivas miradas de curiosidad, advirtiéndose que les embarazaba mi presencia. Yo no había despegado los labios. Mi esposa, picada, sin duda, de aquella preterición, les dijo de pronto: ¿No saben vuestras caridades que me he casado?

Desde el rompimiento de Soledad con Velázquez, en vez de acudir solícito á sitiar la plaza vacante, se había despegado un poco. Saludaba á la joven cuando la hallaba y hablaba con ella algunos ratos, pero no se le veía asiduo como antes.

Evitó el paso por Can Mallorquí, y al llegar a la playa marchó por la orilla, donde la última palpitación de las olas llegaba a perderse, como delgada hoja de cristal, entre las menudas guijas mezcladas con fragmentos de barro cocido. Cuando estuvo al pie del promontorio de su torre, trepó por las rocas sueltas, yendo a sentarse en el peñón roído por las olas y casi despegado de la costa.

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