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Actualizado: 17 de julio de 2025
Yo soy carpintero le había dicho presentándose . ¿Y usted, compañero... trabaja en las iglesias? Empleaba este eufemismo para que el sacerdote no pudiese sospechar en él intenciones ofensivas. Los dos se habían estrechado la mano. Yo no estoy por la calotte continuó, dirigiéndose á Desnoyers . Hace tiempo que me puse mal con Dios.
Desnoyers vió soldados apeándose de un salto, todos vestidos de gris verdoso, con una funda del mismo tono cubriendo el casco puntiagudo. Uno de ellos, que marchaba delante, le puso su revólver en la frente. ¿Dónde están los franco-tiradores? preguntó. Estaba pálido, con una palidez de cólera, de venganza y de miedo. Le temblaban las mejillas á impulsos de la triple emoción.
Pero Desnoyers ante toda afirmación hecha con tono altivo sentía un impulso hereditario de agresividad, y dijo fríamente: Es como si yo le quitase á usted el reloj y luego le propusiera que fuésemos amigos, olvidando lo ocurrido. Aunque usted pudiera olvidar, lo primero sería que yo le devolviese el reloj.
Desnoyers tuvo que arrancar á su hijo de las enseñanzas del abuelo. Era inútil que hiciese venir maestros para Julio ó que intentase enviarlo á la escuela de la estancia. Madariaga raptaba á su nieto, escapándose juntos á correr el campo. El padre acabó por instalar al niño en un gran colegio de la capital cuando ya había pasado de los once años.
Desnoyers creyó estar rodeado de una tribu de indios famélicos y embrutecidos, igual á las que había visto en sus viajes de aventurero. Traía con él desde París una cantidad de piezas de oro, y sacó una moneda, haciéndola brillar al sol. Necesitaba pan, necesitaba todo lo que fuese comestible: pagaría sin regatear.
Y al fin pudo adivinar el francés que su suegro, al hablar de seriedad, aludía á la entereza de carácter. Según declaración espontánea de Madariaga, desde los primeros días que trató á Desnoyers pudo adivinar un genio igual al suyo, tal vez más duro y firme, pero sin alaridos ni excentricidades.
El primer drama que estrenó se titulaba «La Taberna», y fué estrepitosamente silbado por los estudiantes, enemigos del segundo Imperio: todo contribuyó al fracaso de la obra; hasta la circunstancia de apagarse el gas cuando comenzaba la escena más interesante... A pesar de lo ocurrido con «La Taberna» en el teatro Odeón, Carlos Desnoyers aceptó «Flor de Liana» para el Ambigú; pero Desnoyers fallecía poco después, y su sucesor perdió el manuscrito.
Volvía á ver con la imaginación el rostro tantas veces contemplado en las páginas ilustradas de los periódicos: unos bigotes de insolente alborotamiento; una boca con dentadura de lobo, que reía... reía como debieron reir los hombres de la época de las cavernas. Y el señor Desnoyers envidió esta cólera. Vida nueva
Nosotros gobernaremos el mundo: ellos se cuidarán de inventar modas, harán agradable la vida del extranjero que los visite, y en el terreno intelectual les estimularemos para que eduquen actrices bonitas, produzcan novelas entretenidas y discurran comedias graciosas... Nada más. Desnoyers rió mientras estrechaba la mano de su primo, fingiendo tomar sus palabras como paradojas.
Margarita bajó la cabeza, murmurando con desesperación: Tú eres un hombre, yo soy una mujer. No me entenderás por más que hable. Los hombres no pueden alcanzar ciertos misterios nuestros... Una mujer me comprendería mejor. Desnoyers quiso conocer su infortunio con toda su crueldad. Podía hablar ella sin miedo.
Palabra del Dia
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