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Actualizado: 9 de octubre de 2025


Desconcertada un instante bajo el golpe de tal desencanto, la baronesa recobró pronto su sangre fría y con agrio tono repuso a su sobrino: Después de todo, yo no veo en eso más que niñerías... baladronadas de muchacha que juega a la señora... apostaría que a pesar de eso no dejará de ser con el tiempo una honrada y amable esposa. ¡Es posible! pero no quiero exponerme a la prueba objetó Pedro.

Basilio con todo su amor á la antigüedad no pudo contener un ¡abá! de desencanto. Es una magnífica joya muy bien conservada y cuenta casi dos mil años. ¡Psh! se apresuró á decir Sinang para que su padre no cayese en la tentacion. ¡Tonta! díjole éste que había podido vencer su primer desencanto; ¿qué sabes si se debe á ese collar la faz actual de toda la sociedad?

El primer sentimiento que Julia le inspiró fue la simpatía: después, notando su rara situación en el seno de aquella familia, no pudo librarse de una sospecha en que iba envuelto un desencanto.

Una tarde en que el desencanto y la amargura habían invadido su pecho en que iba pensando seriamente, al caminar por la calle de Serrano, en abandonar por completo aquella ridícula aventura, al pasar por debajo del mirador después de haber saludado al joven, sintió caer sobre ella un puñado de flores deshechas. Levantó la vista y le envió una afectuosa sonrisa de reconocimiento.

Pero su ingenua confianza reaparecía con la aurora siguiente; y ya sin el recuerdo del desencanto pasado, murmurando: Es hoy cuando vendrá, volvía a ceñirse la corona y el velo y a sonreír en espera del prometido.

Se acercó con cautela, y vió en el fondo de la abertura diez o doce bolas oscuras, del tamaño de un huevo. Esto es miel se dijo el contador público con íntima gula. Deben de ser bolitas de cera, llenas de miel... Pero entre él, Benincasa, y las bolsitas, estaban las abejas. Después de un momento de desencanto, pensó en el fuego: levantaría una buena humareda.

Hablando de su enfermedad, se trató de otras análogas y de otras muchas que, sin parecerse a ellas, tenían, sin embargo, el mismo funesto desenlace: la muerte del enfermo; y ya en este camino, fuimos a parar al consabido «desaliento» de los doctos en el «arte de curar» en cuanto cotejan y comparan los recursos de su ciencia con las míseras condiciones físicas del hombre; sólo que el mozo aquél, al convenir conmigo en la ineficacia de la medicina en la mayor parte de los casos de apuro, no se llevó las manos a la cabeza, ni renegó de la incapacidad humana, ni mostró esperanza alguna de que ya irían arreglando poco a poco esas dificultades «los héroes y los mártires de la ciencia»: al contrario, sin negar que estudiando mucho podía averiguarse algo más de lo que se sabía en la materia, dio los fracasos actuales, y aun los venideros, por cosa necesaria y con los cuales ya contaba él al empezar sus estudios; es decir, que no le noté la menor chispa de entusiasmo por su profesión, ni el menor síntoma de desencanto al tocar en la práctica de ella sus deficientes recursos.

Pero ¿cómo se llamaría aquel amigo al que hablaba de ?... Se rascó la cabeza, frunciendo las cejas con expresión reflexiva; pero su indecisión fue corta. Oye, : ¿cómo es tu grasia? Perdona... ya ves, ¡con tanta gente!... El joven ahogó bajo una sonrisa de aprobación su desencanto al verse olvidado del maestro y dio su nombre.

Pues bueno: con este desencanto y todo, que me dolió como una puñalada en el corazón, no sentí esas sublevaciones de la «dignidad ofendida», que tanto juegan en las pasiones de teatro.

Noté muy bien en su cara una pequeña sorpresa y también se me ocurrió que la noticia le producía algo así como un desencanto. ¿Me habrá puesto demasiado alto, me habrá figurado inasequible cuando parecía festejarme? Todo esto se junta en mi alma con reflexiones oscuras y me sería difícil escribirlo.

Palabra del Dia

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