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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Recibió ella la descarga risueña y sosegadamente, sin un sonrojo, sin perder minuto de sueño, sin que el latir del corazón se le acelerase cuando Miranda, desahogado siempre, repicaba la campanilla o entraba haciendo ruido con las flamantes botas. Como ningún amoroso requiebro de Miranda vino a confirmar los dichos de las gentes, estaba Lucía descuidada y tranquila lo mismo que de costumbre.

Nunca estuve más descuidada y alegre que ayer por la mañana profirió al cabo en voz baja la joven. Había lavado y vestido á mis hermanos y tenía mi ropa extendida sobre la cama para ponérmela cuando volviese de la fuente... Pensaba en la romería... Pensaba en bailar hasta caer rendida... Pensaba en ver á Flora... Cuando bajé la escalera encontré á mi madre llorando.

Los recaudadores de las provincias las agoviaban con sus exacciones, y para defender la inmunidad eclesiástica tuvo el cabildo que proceder con censuras. Descuidada la guerra de Portugal por no poder atender á un mismo tiempo á esta y á la de Cataluña, pusieron sitio á Badajoz los portugueses.

Su traje y su aspecto eran igualmente aristocráticos. Por la mañana se le encontraba con vestidos amplios, sólidos, cómodos y de una elegancia coquetonamente descuidada. Por la noche, su traje era irreprochable y del mejor gusto, siendo uno de aquellos hombres cuya ropa no llamaba nunca la atención, que es la elegancia más difícil. Tenía tanto cuidado de su cuerpo como de sus vestidos.

El progreso moral, la cultura de la inteligencia descuidada en la tribu árabe o tártara, es aquí no sólo descuidada, sino imposible. ¿Dónde colocar la escuela para que asistan a recibir lecciones los niños diseminados a diez leguas de distancia en todas direcciones?

La faja negra oprimía una camisa de franela roja, apenas cubierta por un chaleco suelto, y la maraña de pelos ensortijados, sucios de barro, se escapaba por debajo de una boina vieja. Olía á juventud descuidada, á ropas mantenidas sobre la carne meses enteros. Aresti conocía este perfume de las minas; el hedor de los cuerpos vigorosos que trabajan, sudan y duermen siempre con la misma envoltura.

Vimos en la posta de las galeras á la que nos había dejado Juan Andrea, y llegando casi cerca della nos salieron al encuentro Guimarán y el Conservador en un barquillo, y nos dijeron que las velas que juzgábamos ser nuestras naves era el armada enemiga, la cual revolvía sobre la nuestra, que iba bien descuidada, á lo que yo puedo juzgar de toparse con ella, pues si esto se pensara, se hubiera abrazado con las naves ó pasado por el Canal de los Querquenes, como dice un piloto maltés de la religión de San Juan, que se llama Tomé, que lo aconsejó; de manera que no reprobando ni loando el consejo que en la mar tuvieron, porque si se fundó en la relación del renegado, el suceso fué vario, con el cual el pueblo siempre tiene cuenta.

Me recordaba a mi Juan de tantas maneras... era jovial y tenía los ojos brillantes, donde se leía una loca alegría, exactamente como en ti. Era una criatura, es verdad, y sigue siéndolo hasta hoy... descuidada, turbulenta, traviesa como un niño. Y, cuando no se le tiene la rienda un poco corta, amenaza trastornarlo todo.

La moda de las estatuas ha llevado á los ingleses hasta el extremo: Wellington, que sin la oportuna ayuda de los prusianos, es derrotado en Waterlóo: Wellington, que vuelto á Lóndres despues de esta batalla, se ha dormido al compas de los vítores que le han dirijido, sin cuidarse para nada del ejército ingles, cuya organizacion por él descuidada ha producido los desastres de Oriente, ese Wellington, digo, tiene en Lóndres tres ó cuatro estatuas, cinco ó seis calles con su nombre, y otros tantos squares ó plazas, en donde se lee Wellington.

No era presumida, ni tampoco descuidada en su persona; no se la podía tachar de desenvuelta, ni tampoco de huraña. Coqueterías, jamás en ella se conocieron.

Palabra del Dia

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