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Actualizado: 1 de junio de 2025
Por su delgadez parecía montado en alambres; tan rubio, que casi daba en albino; el cuello largo como el de las girafas, y con una nuez... Miguel no había visto jamás nuez tan desmesurada: de todo el individuo era lo que preferentemente llamaba su atención. Vino el mozo con el servicio y los cigarros. Utrilla, que así se llamaba el cadete, se empeñaba en que Miguel escogiese uno.
Maltrana, al llegar a la puerta, tenía que abrirse paso entre dos hermosos galgos de elegante delgadez y otros perros de lanas sucias y colgantes, feos, plagados de parásitos, pero que gozaban de una fama igual a la del amo, por sus sorprendentes habilidades. Dentro se hallaba el Mosco.
Hablamos mucho de Europa, del nihilismo, de Zola, de León XIII, y de la delgadez de Sarah. Por la galería abierta penetraba un aire cálido que trascendía a heliotropo. Después la dama se sentó al piano, y con su voz de contralto rompió el silencio melancólico de la ciudad tártara, cantando las picantes arias de «Madame Javart» y las melodías fatigosas del «Rey de Lahore».
Ojeda la siguió con la vista. Era alta, y su enfermiza delgadez estaba disimulada en parte por lo recio del esqueleto. Las caderas marcaban su ósea firmeza bajo una falta de dril claro.
Y el músico, no menos conmovido, evocaba sus recuerdos sobre Wagner. Lo describía tal como le había visto en su época de salud, pequeño, estrechamente envuelto en su paletó; de fuerte y pesada osamenta a pesar de su delgadez; inquieto como una mujer nerviosa, vibrante como un paquete de resortes y con una sonrisa amarga, contrayendo sus labios sutiles y sin color.
Pero ahora los tenía ante sus ojos; podía verlos de cerca.... No eran muchos: un destacamento de infantería y unas cuantas parejas de hulanos iban á escoltar á los deportados hasta otra estación algo lejana. Un jefe único vigilaba desde lo alto de su caballo los preparativos de marcha de este rebaño dolorido: un militar pálido y de una delgadez ascética.
Eran éstas a modo de graciosas lagartijas, de donosos movimientos, grandes ojos, una delgadez algo subida de color y una diabólica movilidad que trastornaba a los hombres.
La letra es suya, y sin embargo parece de distinta mano. ¡Ay! ¡lo que me dice su letra!... Lo veo como al otro, como al infeliz amarrado al poste, cubierto de andrajos, con una delgadez esquelética... ¡Mi hijo! Lubimoff tuvo que oprimir sus dos manos fuertemente, tirar de ellas para sostenerla y que no se arrojase sobre la cama con histéricas convulsiones.
Tipo contrario al de la Burlada era el de señá Casiana: alta, huesuda, flaca, si bien no se apreciaba fácilmente su delgadez por llevar, según dicho de la gente maliciosa, mucha y buena ropa debajo de los pingajos.
Pelirroja y pecosa, descarnada y puntiaguda de hocico, llamábanle en el taller la Comadreja, mote felicísimo que da exacta idea de su figura y ademanes. Bien sabía ella lo del apodo; pero ya se guardarían de repetírselo en su cara, o si no.... Ana tenía por verdadero nombre, y a pesar de su delgadez y pequeñez, era una fierecilla a quien nadie osaba irritar.
Palabra del Dia
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