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Actualizado: 24 de junio de 2025
La que no tiene el rostro bonito, tiene un cuerpo escultural; si la mano es fea, el pie es un primor... ¡Usted no ha escogido mal, picarillo!... Carlota no tiene las facciones correctas de su hermana, pero es una estatua. Mejor que yo lo sabrá usted. Delgada de talle y ancha de caderas, la cabeza graciosa y bien plantada, el pecho alto, firme, valiente... Mario estaba en brasas.
Entre doña Camila y don Carlos habían ajado las rosas de su rostro; aquella turgencia y expansión de formas que al amante del aya le arrancaban chispas de los ojos, habían contenido su crecimiento; Anita iba a transformarse en mujer cuando parecía muy lejos aún de esta crisis; estaba delgada, pálida, débil; sus quince años eran ingratos: a los diez tenía las apariencias de los trece, y a los quince representaba dos menos.
Me siento triste, Ricardo..., me siento triste como si fuera a sucederme una desgracia. Son los nervios que trabajan demasiado en ti, querida. Los ayunos te debilitan mucho. Debieras suspenderlos, así como tantas horas de oración, por algún tiempo... Te están poniendo muy delgada. Al contrario, nunca me he sentido tan bien como estos días.
Debe haber una equivocación pensó Martín . No es posible otra cosa. Subieron la escalera, el criado levantó una cortina y pasó Zalacaín. Sentada en un sofá y hojeando un álbum, había una mujer desconocida, una mujer pequeña, delgada, rubia, elegantísima. Perdone usted, señora dijo Martín , creo que usted y yo somos víctimas de una equivocación...
La carta, de tres pliegos, la llevó Petra a casa del Provisor; la recibió Teresina sonriente, más pálida y más delgada que meses atrás, pero más contenta. El Magistral se encerró en su despacho para leer. Cuando su madre le llamó a comer, don Fermín se presentó con los ojos relucientes y las mejillas como brasas.
Compraré una; miraré bien esta para tomarle bien las medidas». Estaba Maximiliano con la hucha en la mano mirándola por arriba y por abajo, como si la fuera a retratar, cuando se abrió la puerta y entró una chiquilla como de doce años, delgada y espigadita, los brazos arremangados, muy atusada de flequillo y sortijillas, con un delantal que le llegaba a los pies.
Conservaba todavía un retrato suyo de aquella época, además del que todas sus hermanas y mi padre mismo, me han hecho infinidad de veces al relatarme su vida. Está representada con el mismo uniforme del colegio. Vese en él a una joven alta y delgada, de talle flexible, de blanquísimos brazos, cubiertos hasta el codo por mangas ajustadas de un tejido negro.
En seguida entró en el despacho una joven de veinte años, alta, delgada, pálida, pero de formas suficientemente rellenas para los contornos que necesita la hermosura femenina.
Las voces parecían subir un poco de tono. Es que ha llegado al capítulo de las amenazas se decía la señora, siempre pegada a la puerta. Y como no percibía una sílaba, se aferraba a su idea de salir y desbaratarlo todo. Seguía el duelo allá dentro entre la voz grave, la de don Bernardino, y una vocecita delgada, la del otro; tal como si un contrabajo y un flautín ensayaran, cada cual por su lado.
Es delgada... bastante delgada... ¡Y, además, es muy exigente...! ¡Ya lo demostró con bastantes hombres...! Y, al tratarse de un jovencito como usted, en seguida iba usted a enfurruñarse...! C
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