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Actualizado: 29 de junio de 2025
Tumbado en un declive, con los brazos cruzados bajo la cabeza, vio de pronto elevarse en el matorral que tenía delante dos cruces de varios brazos, toscas, rudas, como labradas a hachazos. Un hocico negro, barnizado por la humedad, asomó en la espesura; unos ojos lacrimosos y brillantes le contemplaron un momento.
A nuestra derecha, la ribera opuesta á la escarpada, no presentaba sino una pequeña margen de pradera en declive, sobre la que algunas colinas cargadas de bosques, señalaban una franja de sombrío terciopelo. ¡A tierra, señor! dijo la criolla.
Cabalmente el desmonte de la gran mata silvestre que obstruye el hueco ó caverna del declive meridional de la plaza alta, era una de las primeras instrucciones que habiamos dirigido á la comision de Córdoba; y por otra parte el vaciado de la escavacion practicada no podia ampliarse útilmente en siete dias que faltaban hasta fin de mayo no cortando matas ó arbustos.
Detrás había una huertecita en declive con hortaliza y frutales: después de la huerta un bosque, también en declive, perteneciente a los mansos de la parroquia y denominado la Mata. No era una mata en la acepción verdadera de la palabra, sino un bosquecillo formado de árboles de distintas clases, plantados por el antecesor del actual párroco, y que no contarían de existencia más de cuarenta años.
Cuando los carpinteros, poco después de la salida del sol, colocaron el taburete del Hombre-Montaña en medio de la meseta, al pie de la cual se extendía el caserío de la Ciudad-Paraíso de las Mujeres, una muchedumbre llenaba ya todo el declive, avanzando poco á poco hacia lo alto, á pesar de los jinetes que intentaban mantenerla inmóvil y á cierta distancia.
Yo, un hombre dado al estudio, una verdadera polilla de biblioteca, un hombre ya en el declive de sus años, que empleó los mejores de su vida en alimentar su afán devorador de saber, ¿qué tenía que ver con una belleza y juventud como la tuya?
Derramados por el frondoso bosque de castaños que en declive se extiende por detrás estaban ahora todos, la mayor parte de Entralgo, pero muchos también de las demás parroquias del valle. Comienza la misa. Las capas de tisú de oro de los sacerdotes oficiantes resplandecen al sol. Suena la gaita acompañando á los cantores desde una tribuna improvisada.
Hay especialmente uno de estos lugares, donde mis ojos no se cansan de buscar a los que no volverán jamás. Está a algunos centenares de pasos de la casa. Para ir al bosque se sigue un camino con espinos por ambos lados, que atraviesa un gran campo pedregoso y un prado en declive, donde grupos de bueyes reflejan en sus marmóreos lomos los rayos del sol de estío.
Abríase ante ellos la Ribera de Curtidores, con su declive tan rudo, que las últimas casas tienen sus tejados al nivel del arranque de la calle. Por encima de las cubiertas de las Américas veía Feli la ondulación de los cerros amarillentos, la llanura castellana, de suaves hinchazones, con su sequedad que acusa los objetos a luengas distancias.
Camillas, lector, en la costa, á seis leguas al Noroeste de Santander, tendida sobre el lento declive de un cerro, arrullada por un lado por el inquieto mar de Cantabria, y protegida por los demás por una suave cordillera de pintorescas colinas, era una población verdaderamente deliciosa, no por sus condiciones topográficas solamente, pues bajo este aspecto hoy es mucho más bella que entonces, sino por las especialísimas que concurrían en el carácter de su pequeña sociedad.
Palabra del Dia
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