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Actualizado: 4 de junio de 2025
Así conoció a Leticia Espinosa y a Sagrario Miralta, vástagos ambas de la más encumbrada aristocracia española, las cuales habían entrado en el colegio un año antes que ella. Leticia, contra lo que su nombre declaraba, era una morena triste, o, mejor dicho, serena y algo fría, como esos días de otoño, de poco sol, de que tanto gustan los espíritus contemplativos y melancólicos.
Mis doce secretarios colocaban en las diversas mesas un millón ó dos, siguiendo mis instrucciones. «Empiece el juego.» Yo me paseaba como Napoleón, dando órdenes á mis mariscales. A la media hora, la caja se declaraba en quiebra y el Casino en bancarrota. «¡Se va á cerrar!», gritaban los empleados, como en una iglesia cuando termina el culto.
Parecía confirmar con una mirada de sinceridad lo que la fundadora declaraba. «Y lo sostengo, este hijo de Dios no es un hombre malo. Dicen por ahí que usted asesinó a su segunda mujer... ¡Patraña! Dicen que usted ha robado en los caminos... ¡Mentira! Dicen por ahí que usted ha dado muchos trabucazos en las barricadas... ¡Paparrucha!». Parola, parola, parola murmuró Izquierdo con amargura.
Varias noches, estando así, ya de sobremesa y no presentes las chicas que habían servido, doña Manolita tentó el vado, a ver si D. Acisclo declaraba la causa de su preocupación. Don Acisclo, aunque negaba que estuviese preocupado, lo daba a conocer cada vez más, si bien no confesaba la causa. Una noche, por último, D. Acisclo se mostró más preocupado, pero más alegre asimismo.
El, según declaraba a Maltrana, había nacido para la acción violenta, para vivir en aventura continua, arriesgando la piel. ¿Por qué había de permanecer dentro de una población, juntando letritas de plomo, agotándose en esta tarea de mujer?... Era hombre de pelea; le gustaba torear a la Muerte todos los días según sus propias palabras , darla el quiebro, recogiendo el pan de entre sus pies.
Inútilmente su padre, que aun vivía, resolvió sacarla del internado, donde seguramente alguna monja le había inculcado aquella idea mística tan singular en una criatura de su edad. Ella declaraba que su vocación era el convento adonde tarde o temprano iría para conformarse a los deseos de Dios que la llamaba.
A estas palabras, la sangre enrojeció el rostro del Príncipe, y sus ojos volvieron a brillar. ¿Qué contesta usted? Zakunine se oprimió la frente con las dos manos, como queriendo reprimir su cólera, y luego dijo: Es cierto... ¿Confesaba? ¿Se declaraba culpable? ¿Reconocía haberla asesinado?
Lo singular del caso consistía en la actitud hostil que la niña desplegaba hacia esas criaturas hijas de su fantasía y de su corazón. Jamás creó un amigo, sino que siempre, á imitación del Cadmo de la fábula, parecía sembrar á derecha é izquierda los dientes del dragón, de los que brotaban batallones de enemigos armados á los cuales la niña declaraba al punto la guerra.
Esta no tiene más sucesos que referir que esos que he indicado; y el autor del libro declaraba que para no repetir hasta la náusea hechos exactamente iguales y horrorosos, iba a limitarse a decir que aquello duró hasta el año tantos y a dar la lista de los soberanos que reinaron en todo ese tiempo.
23 Y habiéndoles señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales declaraba y testificaba el Reino de Dios, procurando persuadirles lo que es de Jesús, el Cristo, por la ley de Moisés y por los profetas, desde la mañana hasta la tarde. 24 Y algunos asentían a lo que se decía, mas algunos no creían.
Palabra del Dia
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