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Actualizado: 4 de junio de 2025


Hizo la distribución de todo con un acierto que declaraba su gran delicadeza y el aprecio que hacía de las amistades consecuentes. Respecto a Fortunata lo dispuso tan bien que no cabía más.

Cuando supo que esto no podía ser porque Obdulia asumía toda la responsabilidad y declaraba haber engañado a su confesor, experimentó profundo pesar. Tanto era su anhelo de exterminar al P. Gil, que aunque hacía ya muchísimo tiempo que sus relaciones con aquélla eran tirantes, y aun puede decirse de abierta hostilidad, se aventuró a tantearla.

Su padre lo declaraba a todo el mundo... Después de comer en dulce compaña, con la satisfacción de los que saben que su pan está bien ganado, él, otra vez al campo y ella a coser, a cuidar del gallinero, a vigilar el amasijo de las teleras.

Prefería estar allí, con la cabeza inclinada sobre el rostro de la supuesta enferma, porque, en todo caso, constaría que él, Bonis, había cumplido con su deber procurando indagar si el sueño de su esposa era real o fingido. Si pasaban tres o cuatro minutos, declaraba a Emma en rebeldía y se retiraba satisfecho por haber cumplido con su deber.

Rufete desfiguraba los hechos para velar su cobardía, que quizás, o sin quizás, más que cobardía, fue complicidad con los infames asesinos. El oficialete declaraba haber salvado de la muerte a muchos franciscanos; pero los que lograron salir vivos de la infame jornada aseguraban que en el momento del conflicto no se vio al señor oficial por ninguna parte.

En la primera invasión de ella declaraba la enferma que podía haber contribuido mucho a su alivio la presencia del único hombre de fuste y de consejo que conocía entre los amigos de su casa.

La filosofía del siglo pasado se habia sentado en las tinieblas y sombras de la muerte, y se declaraba á propia en posesion de la luz y de la vida. La filosofía actual está todavía en la oscuridad, pero no se contenta con ella; anda á tientas en busca de una salida á las regiones de la luz.

Parece increíble declaraba Bertrán, que yo no haya ido todavía por allá. ¿Te diviertes mucho aquí? preguntó Juan. Moderadamente, ¿por qué me preguntas eso? Porque, si tu placer es negativo, deberías pedir a tu padre autorización para acompañarme a Bohemia, adonde iré próximamente. Estoy seguro que este viaje te interesará.

Había temporadas en que, después de los ordinarios servicios de la alcoba, para los que era irreemplazable el marido, Emma declaraba que no podía verlo delante, que el mayor favor que podía hacerla era marcharse, y no volver hasta la hora de tal o cual faena de la incumbencia exclusiva de Bonifacio. Entonces él veía el cielo abierto, tomando la puerta de la calle. Se iba a una tienda.

Familias de las más empingorotadas del comercio le sentaban a su mesa, no sólo por amistad sino por egoísmo, pues era una diversión oírle contar tan diversas cosas con aquella exactitud pintoresca y aquel esmero de detalles que encantaba. Dos caracteres principales tenía su entretenida charla, y eran: que nunca se declaraba ignorante de cosa alguna, y que jamás habló mal de nadie.

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