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Jacobo oyó sin emoción aparente el resultado de la conferencia; agradeció a aquellos señores sus buenas intenciones y sus esfuerzos; díjoles alegremente que esperaba salir bien, a pesar de esto, y dioles cita para la mañana siguiente a las siete en la estación del Norte. Así que se quedó solo, tomó un aire serio justificado por las circunstancias.

Y ansí, se partieron , y Inca Yupanqui se quedó en la ciudad, y los tales señores caciques se fueron de allí derechos do Viracocha Inca estaba; y despues de le haber hecho su debido acatamiento, como Inca Yupanqui se lo habia mandado, le dijeron cómo Inca Yupanqui los inviaba allí a que viesen en qué era servido que ellos le sirviesen; y como Viracocha Inca los viese delante de y tan gran multitud de señores y de tanto poder, holgóse mucho de ello, porque dellos tenia gran necesidad al presente, para que le favoresciesen con algun tanto de sus rentas, para edificar aquel pueblo que allí queria hacer; é díjoles que fuesen muy bien venidos, é levantóse de su asiento y abrazólos á todos y tornóse á sentar en su silla, y mandólos á todos que ansí se sentasen; y mandó que sacasen muchos vasos de chicha, y que les diesen á beber; y luego les hizo sacar mucha cantidad de coca, una yerba preciada que ellos siempre traen en la boca, la cual yerba la historia adelante dirá.

A los pocos días presentóse el galán en casa de don Pedro, con su Alguacil, á pedir la mano de la niña, siendo recibido con toda gravedad por el tutor, el cual díjoles, después de oirlos y con mucha flema, que aguardase un momento, pues iba á avisar á su sobrina.

No aguardó más don Diego, y volviéndose a su casa encontró con los dos caballeros del hábito y cadena amigos míos, junto a la Puerta del Sol, y contóles lo que pasaba y díjoles que se aparejasen y en viéndome a la noche en la calle, que me magullasen los cascos; y que me conocerían en la capa que él traía, que la llevaría yo.

-Ese es -replicó- el que yo digo. Y no quisiera más renta al servicio de Dios que la que tiene a más de dos mil ducados. Contóles otros embustes, quedáronse espantadas, y él las dejó una cédula de cambio fingida, que traía a cobrar en , de nueve mil escudos. Díjoles que me la diesen para que la aceptase, y fuese. Creyeron la riqueza la niña y la madre y acotáronme luego para marido.

Luego el maestre de la nao, cuya era la guardia, salió; y díjoles el Almirante á él y á los otros que halasen el batel que traían por popa, y tomasen un ancla y la echasen por popa, y él con otros muchos saltaron en el batel, y pensaba el Almirante que hacían lo que les había mandado; ellos no curaron sino de huir á la carabela que estaba á barlovento media legua.

Y como la propusiese, llamó los suyos y los señores de la ciudad del Cuzco que allí consigo tenia, y díjoles lo que ansí tenia pensado y que queria edificar esta casa; y ellos le dijeron que diese la órden y traza del edificio della, porque tal casa como aquella, ellos, los naturales y propios de la ciudad del Cuzco la debian edificar é hacer; é Inca Yupanqui les dijo que la casa debia ser edificada luego, porque él ansí lo tenia pensado.

Divertíale con cuentos y lecturas; tratábale con solícito esmero, atendiendo a su salud, a sus goces legítimos, a su instrucción y a su educación cristiana, porque el señor de Penáguilas, que era un si es no es severo de principios, decía: «No quiero que mi hijo sea ciego dos veces». Viéndole salir, y que la Nela le acompañaba fuera, díjoles cariñosamente: No os alejéis hoy mucho.

Aunque tan fervorosa y eficazmente rogaba, no se movió Dios esta vez á oir tan presto sus súplicas como lo había hecho en otras Rancherías, para que con la dilación del favor se arrepintiese el pueblo y arrojase de su corazón el odio y la venganza; por tanto ordenó el Padre que á la tarde se volviese á juntar el pueblo al pie de la misma cruz, y con aquella energía que comunicaba á la lengua un corazón abrasado del amor y celo, les declaró como Dios es juez de nuestras acciones, buenas ó malas, y que las castiga en esta ó en la otra vida, con penas á ellas proporcionadas; díjoles: Nuestro Señor Jesucristo está justamente airado con vosotros, ni quiere oir vuestras súplicas ni socorrer vuestras miserias, porque habéis sido causa de gravísimos daños que han padecido los Tapacurás y Manacicas; y porque habéis hecho guerras á vuestros parientes los Aruporecas, no perdonando á incendios y prisiones y la inhumana matanza de tanta gente, pide contra vosotros venganza al cielo.

Y esto hecho, Viracocha Inca se levantó en pié y les agradeció la voluntad y amor que á él y á su hijo le mostraban y tenian; y díjoles el mes y tiempo en que habian de enviarle sus indios y gentes para que edificasen su pueblo; é ansí, los señores se levantaron en pié, é quedando con él de se los inviar, como dicho tenian, le hicieron su acatamiento, é ansí se despidieron dél; donde le dejaremos, y hablaremos de Inca Yupanqui.