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Ella así y yo animándola con la mirada «enternecida» y la frase dulzona, representábamos la escena sempiternamente cursi a los ojos de un espectador desapasionado y frío; pero yo, que había sido de éstos hasta entonces, la encontraba hasta sublime, y me producía sentimientos e impresiones que jamás había notado en los profundos de mi corazón.

Con gran serenidad, Juan Pablo, oficiando de maestro de filosofía, dijo lo siguiente: «Mira, el dogma de la solidaridad de sustancia ha sido declarado cursi por todos los sabios de la época, congregados en un concilio ecuménico, que acaba de celebrarse en... Basilea. Las conclusiones son tremendas. Como no lees la prensa, no te enteras.

Una sola nota discordante resaltaba en su traje, un detalle cursi, cursísimo, que sólo pudiera concebirse en algún peluquero afamado o en algún cantante italiano de segundo orden: la cintita amarilla y blanca que asomaba por el ojal de su americana de viaje.

»Y a tal extremo llevo yo estos mis temores a lo cursi, que aun contando con que cualquiera que estos Apuntes les tendrá su alma en su almario y sabrá dar a las cosas la necesaria luz y el apetecido temple, renuncio a reproducir el diálogo literalmente, tal como lo conservo en la memoria.

Una noche formaba el encanto de alguna tertulia cursi y enamoraba a cualquier zagalilla de quince años, dulce y tímida; a la siguiente se le veía cenando en algún colmado con dos rameras. Su amor no reconocía clases, ni estados, ni edades. Tenía un carácter apacible y su trato era cortés y afectuoso. No disputaba jamás, pero gozaba oyendo disputar a los otros.

La consola sustentaba un relojillo de estos que ni por gracia mueven sus agujas una sola vez. El mármol de ella se escondía bajo una instalación abigarrada de cajas de dulces, hechas con cromos, seda, papel cañamazo y todo lo más deleznable, vano y frágil que imaginarse puede... A Isidora no gustaba esta sala, que era, según ella, el tipo y modelo de la sala cursi.

Ahora y siempre, porque mi tranquilidad, mi acción en la vida y mi vida misma no pueden depender, ¡no deben depender! de la volubilidad de una muchacha ni de dos... y, por otra parte, ¿quieres nada más ridículo, nada más desairado, nada más cursi, que un hombre como nosotros, eternamente triste porque lo dejó una novia para casarse con otro con quien es «eternamente» feliz?... ¡Adonde iríamos a parar!

Saludáronse con frialdad de buen tono que mostraba al mismo tiempo confianza y Núñez siguió leyendo. ¡Cuidado que se pone cursi el paseo de la Castellana los domingos...! Es decir, se pone más porque lo está siempre.

Sin embargo, ser del Club del Progreso, aun allá por el año 70, era chic, como era cursi ser del Club del Plata, con perdón previo de sus socios.

Las tres llevaban dentro de , como implacable enemigo, su propio pensamiento, que las hacía ver la burla y la lástima en todas partes, y hasta creyeron algunas veces que personas conocidas fingían distracción por no saludarlas. Vámonos, niñas dijo la mamá con una expresión en que vibraban el dolor y la cólera ; vamos a casa a ver cómo está «aquello». Hoy el paseo está muy cursi.