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Actualizado: 21 de junio de 2025


A poco más que me apuren, me confieso de todas mis culpas delante de don Santiago Núñez, y arrojo mis arreos mundano! a los pies de su mujer... Y ahora casi me asombro de aquella flaqueza. ¡Qué contrastes tan raros!... ¿Cuándo estará en lo suyo la pícara condición humana?

Largo es, muy largo, el capítulo de culpas que Draper nos echa á cuestas; pero las dos culpas más enormes, son las de haber destruido por completo, ó casi por completo, dos civilizaciones; la oriental y la occidental. La primera de estas dos acusaciones no es tan ridicula como la segunda, de que hablaremos después, mas no por eso es menos falsa.

Tal vez no llegase a calcular perversamente, desde los primeros momentos, que la excesiva bondad del noble extranjero pudiera ser en lo futuro amplia bandera que cubriese la torpe mercancía de sus culpas; pero apenas comenzó a verse galanteada por él, comprendió que la pasión que le inspiró, tanto más avasalladora cuanto más tardía, se lo entregaba esclavizado.

Cada día aumentaba en don Álvaro la superstición del confesonario, cada día creía más poderosa la influencia del cura sobre la mujer que le cuenta sus culpas.

¿Te parece que después de lo que has hecho, se puede dormir? ¡Qué conciencias, válgame Dios, qué conciencias estas!... lo negarás ahora... ¿Quién andaba por los pasillos? Claro, el gato. El pobre minino paga todas las culpas. ¿Y a qué saliste?, a jugar con el gato, ¿verdad?, justo. ¡Y eso me lo he de tragar yo!

El miedo ciego de Santo Tomás le hacía concebir una justicia ciega de la Divinidad porque por su culpa Dios desencadenaba una tempestad y prodigaba el rayo que naturalmente dañaba y molestaba a un gran número de personas que sufrían por causa de las culpas del Santo.

Hasta la edad moderna, los fieles penetraban compungidos y contritos en la casa de Dios para suplicarle de rodillas, confesando sus culpas, besando el suelo y golpeándose el pecho.

¿Qué nos importa? continuó Rafael . Escribiremos como cantan los pájaros, por el gusto de cantar, y no por el gusto de que nos oigan. Hacedme el favor, a lo menos prosiguió la marquesa , de no sacar a la colada seducciones ni adulterios. Pues ¡es bueno hacer a las mujeres interesantes por sus culpas!

Soy culpada, muy culpada: pero te juro que jamás preví que pudieran haber tenido mis culpas tan fatales consecuencias para ti. Quisiera yo volverte la paz a costa de mi sangre. Quisiera morir para que y Braulio fueseis dichosos. La maldad, el pecado de que me motejas, le reconozco, le confieso, y estoy pronta a recibir por él el merecido castigo.

Voy á dar gracias á Dios por haberme proporcionado el favor inefable de recibir en mi casa un delincuente cargado de culpas, de poderle decir: "levántate y no vuelvas á pecar." Era fácil conocer en la mirada de la santa que hablaba en aquel momento con profunda verdad y gran convicción. El pecador se sintió conmovido de gratitud.

Palabra del Dia

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