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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Pero cuando se entraba en el terreno de las grandes culpas colectivas, cuando se tocaba a los sagrados mandamientos o al dogma, su corazón se cerraba como un puño. Impregnado, desde joven, del espíritu del Antiguo Testamento, vibraba él mismo esa justicia rencorosa, inexorable, tremenda, que parece rugir como un trueno a través de los versículos.

¡Conmigo! exclamó Lázaro poniéndose en pié, y sin poder reprimir su asombro. ¿Y por qué no? ¿Se niega usted? No creo que el depósito de nuestras culpas pueda abrumarle.

Una noche, como Pepe llegase a casa más temprano de lo acostumbrado, entró, abriendo cautelosamente con su llave, por no despertar a los que reposaran y, oyendo rumor de voces apagadas, se detuvo a escuchar en el pasillo: halló entornada la puerta del comedor, y miró. Doña Manuela y Leocadia, terminado ya el rosario, estaban haciendo acto de expiación por las culpas propias y ajenas.

Fue como si de una vez le confesase y descubriese todas sus culpas, pasadas y futuras. ¿Para qué, pues, molerle y atormentarle confesándoselas después una a una según iban sobreviviendo? Esto no hubiera sido noble franqueza sino crueldad insensata. No era, pues, por D. Joaquín sino por ella misma por lo que el pecado le dolía.

Examinó, aterrado, su conciencia y al verla llena de culpas tuvo miedo, no de ser herido por el rayo de la cólera divina, sino de verse separado de su hija.

Luego explica, con enérgica concisión que no se opone a la claridad, los misterios de la encarnación y de la redención, cuando en la plenitud de los tiempos se une el Verbo increado con la humana naturaleza, glorificándola y haciéndola digna del cielo, padeciendo en ella y por ella, a fin de lavar sus culpas.

Como yo en este punto tengo la manga mucho más ancha que el señor Taylor, absuelvo de casi todas sus culpas, sin imponerles la menor penitencia, tanto á las damas elegantes de Madrid, como á las de los Estados Unidos, que me parecieron guapísimas, discretas y divertidas, durante los dos años que pasé en aquella tierra. Mi indulgencia es fenomenal para con las señoras.

Si fuéramos a hacer un análisis manifestó Salvador , de todo lo que ha pasado entre nosotros desde el año 13, asignando a cada uno la parte de responsabilidad y de culpa que le corresponde, creo que todos quedaríamos muy mal parados. Bien que hay culpas completamente irreparables en el mundo, y ofensas que no se pueden perdonar.

»Además, allí me lleva el deseo de verla a usted, a quien debo una expiación por mis culpas. Sus cartas, esas cartas que me han seguido y a las que no he contestado, han conmovido mi ser.

Dígala usted que hay un deber, el último entre todos los de la vida; el supremo entre todos los grandes deberes; el que nos imponen nuestras culpas; el deber de llorar y de pedir que nos perdonen; el deber de esperar la ventura y la dicha por el merecimiento de la humildad y del dolor.

Palabra del Dia

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