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El satín de aquel cuerpecito de regalo no sentiría asperezas en el roce de aquellas sábanas». Obdulia admiraba sinceramente las formas y el cutis de Ana, y allá en el fondo del corazón, le envidiaba la piel de tigre. En Vetusta no había tigres; la viuda no podía exigir a sus amantes esta prueba de cariño. Ella tenía a los pies de la cama la caza del león, ¡pero estampada en tapiz miserable!

Cierta vez descubrió un puntillo movedizo, un cuerpecito minúsculo que atravesaba el huerto, subía los escalones del torreón, y se asomaba luego a las troneras. Era ella seguramente. El no había querido volver a la casa de don Alonso, y se había jurado olvidar a Beatriz para siempre.

Todo era luz en aquella criatura: un rayo de sol de primavera sobre un vaso de cristal lleno de rosas y azucenas; luz de las glorias de Murillo, henchidas de ángeles con cabelleras de oro y blancas alitas transparentes; luz irradiaban sus ojos azules; luz sus mejillas nacaradas; luz sus rizadas guedejas rubias; luz los húmedos corales de sus labios sonrientes; luz las mutiladas palabras de su fresca boca; luz el argentino timbre de su voz infantil; y una aureola de luz del amanecer de un día de mayo era la indescriptible expresión de angélica inocencia, de dulce ingenuidad que resultaba del conjunto de todas las perfecciones de aquella cabeza, colocada sobre un cuerpecito que parecía delineado por las hadas de los cuentos orientales.

Desde el mes pasado en que mi amiga acertó a recoger en el Puerto esta oveja descarriada, no ha venido usted a visitarnos más que dos o tres veces, prefiriendo en sus horas de vagar y esparcimiento la compañía de soldados y mozas alegres, al trato de personas graves y delicadas que tan necesario es a un jovenzuelo sin experiencia. ¡Qué sería de ti añadió reblandecida de improviso y en tono de confianza , tierna criatura lanzada en tan temprana edad a los torbellinos del mundo, si nosotras, compadecidas de tu orfandad, no te agasajáramos y cuidáramos, fortaleciéndote a la vez el cuerpecito con sanos y gustosos platos, el alma con sabios consejos!

Ambos la contemplaron largo rato en silencio con éxtasis, pendientes del levísimo soplo que hinchaba y deshinchaba aquel tierno cuerpecito. Fue un instante feliz. El conde, olvidado de sus temores, se calmó: una sonrisa de vivo placer se esparció por su fisonomía dulce y melancólica.

Fuera lloriqueaban los pequeños sin atreverse á entrar, como si les infundieran terror los lamentos de su madre; y junto á la cama estaba Batiste, absorto, apretando los puños, mordiéndose los labios, con la vista fija en aquel cuerpecito, al que tantas angustias y estremecimientos costaba soltar la vida.

La corsetera había dicho a Carola: ¡Vaya una prenda pa una señora que la pueda lucir!; y ella lo deseó como un guerrero desea una buena arma de combate. Pidióselo a su Quintín, y éste, fingiendo bromear, repuso: ¿Corsé? A fuerza de aceros y ballenas me vas a estropear ese cuerpecito tan rico. Ya sabes que me da rabia ir a cogerte y encontrarme con esas cosas tan duras.

Huirían de allí para empezar otra vida, sintiendo el hambre detrás de ellos pisándoles los talones; dejarían á sus espaldas la ruina de su trabajo y el cuerpecito de uno de los suyos, del pobre albaet, que se pudría en las entrañas de aquella tierra como víctima inocente de una batalla implacable.

Y, en verdad, no cómo ha escapado el infeliz dijo Fernández a Santorcaz . Tres balazos tenía en su cuerpecito: uno en la cabeza, el cual no es más que una rozadura; otro en el brazo izquierdo, que no le dejará manco, y el tercero en un costado, y en parte sensible, tanto que si no le hubieran sacado la bala, no le veríamos ahora tan despiertillo.

Tiene usted razón, me pierdo.... Decía que Anita es una mujer de primer orden. ¿Ve usted qué hermoso es su cuerpecito que le tiene a usted hecho un caramelo? Pues cuando vea usted su alma, se derretirá como ese caramelo puesto al sol. Debo advertir a usted que para un alma buena no es más que un alma sana; la bondad nace de la salud. Es usted un poco materialista, pero yo no me enfado.