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Actualizado: 8 de junio de 2025
Luz hallaba menos cargado de poesía este cuadro de la realidad que el otro de su fantasía; pero, en cambio, le parecía más substancioso, y por ello no se lamentaba del trueque.
Por no acercar demasiado al gigantón de la Castañalera al cuadro que tan tristemente le impresionaba, comimos todos con él en la perezosa de la cocina, servidos por Tona, mientras su madre cuidaba del enfermo.
Se atrevía a jurarlo. Era la de un hombre en lo más verde y lozano de la juventud: gallardo de cuerpo y hermoso de cara; poco bigote todavía, pero muy negro, como los ojos y como el pelo, suelto y abundante; muy bien ataviado, pero no compuesto. ¿Debía Luz borrar aquella figura del cuadro, solamente por no ser obra suya?
Hoy, que afortunadamente he visitado algunos paises, dando cumplida satisfaccion á mis aspiraciones, justo y hasta necesario es que concrete en un solo cuadro los recuerdos de mis excursiones.
Pocos paisajes habrá en el mundo tan hermosos como el que presenta el cuadro que se desarrolla desde Punta Patí, hasta las primeras casas de Agaña: unas cinco millas, las separan del puerto como ya dijimos; cinco millas, en que la vista se recrea con todas las maravillas de que el Creador dotó el suelo.
Y don Juan, animado por sus rancios entusiasmos, entornaba los ojos, como para ver mejor el hermoso cuadro del pasado.
Esa imagen fue para mí al principio, meramente un Cuadro colgado en el fondo de mi alma, que yo a cada momento miraba para alabar, con creciente sorpresa, los encantos diversos de Línea y de Color. Era solamente una tela rara, puesta en un sagrario, inmóvil y muda en su brillo, sin otro influjo sobre mí que el de una forma muy bella que cautiva un gusto muy educado.
Después pidió que le prestaran un pañuelo, y como por casualidad me encontraba yo más cerca de él le ofrecí el mío. Tomolo en sus manos y extendiolo abierto en el suelo, desplegó sobre él un gran cuadro de seda, y sobre éste, de nuevo, un gran chal, que cubría casi todo el terreno libre.
Se oía el ruido de los platos en el comedor, donde hablaban, iban y venían; pero allí, en su gabinete, todo estaba en silencio como en un cementerio. Si un pintor hubiera visto aquel aposento obscuro y triste, con el montón de libros y de cuadernos por el suelo, con aquel hombre inclinado sobre la mesa, dolorosamente cabizbajo, hubiese pintado un cuadro titulado «A punto de suicidarse».
Lo que recuerdo bien es que, sin apartar la vista del cuadro que tenía al alcance de ella, me fui con el pensamiento al otro, y me abismé en la contemplación del contraste que formaban los dos.
Palabra del Dia
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