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Actualizado: 19 de julio de 2025
Roberto había dado un salto y se mesaba los cabellos. Sus ojos, fijos en el anciano, resplandecían en la obscuridad. Ese cuaderno, dámelo; ¿dónde está? El doctor le explicó el peligro que corría el secreto de Olga y la inquietud que esto le causaba a él mismo. ¡Espérate, voy a ir a buscarlo! exclamó Roberto dirigiéndose hacia la puerta. El anciano lo detuvo.
Después, el maestro volvió a su tarea, pero las líneas del cuaderno se desarrollaban en largas paralelas del interminable camino, sobre el cual parecían pasar, en la noche, figuras infantiles gimiendo y suspirando. Entonces, pareciéndole la pequeña sala de la escuela más lúgubre y comprimida que antes, cerró la puerta y regresó a su casa. Al día siguiente, fue Melisa a la escuela.
Y añadió que le encontró con los pelos revueltos, muy agitado, y la regaló un cuaderno con figuras. ¡Qué desatinar de muchacha! exclamó don Pablo, si estaba así, como lo pintas, ¿cómo iba a regalarte estampitas? Un buen sopapo te debió dar, por lengua larga; retírate, si no quieres que te lo dé yo.
Ignoramos si el autor lo continuó hasta Santa Cruz de la Sierra: el cuaderno original de que nos hemos valido no contiene mas de lo que hemos publicado, y nos parece probable que sea todo cuanto existe de este itinerario. A pesar de su estado de imperfeccion no nos hemos animado á desecharlo.
Cuando no hubiesen otras razones que fundasen la necesidad de indagar la real y verdadera existencia de estas poblaciones, serian sin disputa, en concepto del Fiscal, un poderoso motivo, para que por todos los medios posibles se procurase salir de toda duda y equivocacion; pero habiendo sospechas vehementísimas, que casi hacen evidente el establecimiento de naciones extrangeras en los terrenos que hay del estrecho de Magallanes para el norte, tampoco hay arbitrio para que dejen de verificarse las expediciones que propuso el coronel D. Joaquin de Espinosa, en su carta de 4 de Marzo de 1778, que se halla á fojas 143 del cuaderno 5.°
A su Guillermina, Que se erguía ante él envuelta en un sudario. Al llegar a eso, Gertrudis se estremece; y, llena de angustia, con sus grandes ojos azorados, mira fijamente delante de ella, a través de la sombra del crepúsculo... pero su sonrisa pone de manifiesto, al mismo tiempo, un delicioso éxtasis. Pero lo maravilloso en ese cuaderno es una composición titulada: La bella molinera.
El cuaderno estaba redactado en inglés, que era la lengua sabia en los tiempos de Eulame, la que empleaban sus generales para los estudios secretos, la que mi abuelo había enseñado á mi padre y éste y mi madre me enseñaron á mí. Gracias á estar escrito en un idioma sagrado no pudieron enterarse de su contenido las gentes ordinarias entre las cuales pasó mi padre sus últimos años.
Además, prometía ampliar, con la autorización del doctor, la clínica, y mejorar las condiciones de vida de los enfermos, puesto que sabía bastante psiquiatría y se hacía cargo de los defectos de la clínica. Le rogaba al doctor siempre en el cuaderno que resolviese la cuestión lo más pronto posible, pues ella había ya cumplido veinticuatro años y pronto comenzaría a marchitarse.
Era este el único vicio grave que las tías habían descubierto en la joven y ya se le había cortado de raíz. Cuando doña Anuncia topó en la mesilla de noche de Ana con un cuaderno de versos, un tintero y una pluma, manifestó igual asombro que si hubiera visto un rewólver, una baraja o una botella de aguardiente. Aquello era una cosa hombruna, un vicio de hombres vulgares, plebeyos.
Y así crecía de hora en hora el peligro de que ese cuaderno en que Olga había escrito su confesión, cayese en manos de su tía. ¡Que se le antojara escudriñar entre los volúmenes que guarnecían el estante, y sucedía la desgracia!
Palabra del Dia
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