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Actualizado: 22 de julio de 2025


¡Eh! ¡por Nuestra Señora del Pilar! exclamó indignado el hombre de la ropilla encarnada; ¿mirará usted como un crimen su desgracia? ¿Es culpa suya si, cuando vino al mundo, un padre odioso y criminal le hizo mutilar por mano mercenaria, cimentando su fortuna y su porvenir sobre el oprobio y la vergüenza de su hijo?

El Presidente Mac-Kinley leyó el telegrama ante el Senado, donde se debatió para su ratificación el Tratado de París de 10 de Diciembre de 1898, en cuanto se refería á la anexión de las Filipinas, obteniendo por tan criminal medio, la aprobación total del referido Tratado, solamente por tres votos, los cuales se dieron con la protesta de hacerlo, en consideración al estado de guerra en estas islas.

Pero... ¿habría tenido la criminal imprudencia de casarse engañando a un hombre, ocultándole su pasado? ¡Lo pasado! En el largo catálogo de sus conquistas, ninguna recordaba don Juan que valiese lo que aquélla.

No tuvo otra cosa en la cabeza toda la noche, y al fin se le olvidó hacerlo al echarse el álbum en el bolsillo, de prisa y corriendo; porque ya se iba sin él... ¡Carape!... Y que ya no había enmienda posible. Pensando así, entregó el álbum a Nieves, con la forzada abnegación con que se entrega un criminal a la Guardia civil.

Una sola, allá en Lima, me quiso de veras con amor fervoroso, pero criminal. Yo también la quise, por mi desgracia, porque tenía un genio de todos los diablos, y queriéndonos mucho, la historia de nuestros amores se compuso de una serie de peloteras diarias. Aquellos amores fueron pesadilla, y no deleite.

Un requiescat a todos los temblores, y a todos los dolores, de los niños, ancianos y mujeres, que mató ese maldito, ese loco criminal que en el mapa se llama el volcán de Taal. Dios puso el fuego en los volcanes como galas, para que su humo trémulo, a modo de un favor, le incensase; como puso dos alas en el ave y cien alas en la flor para que le perfumase.

Poca ó ninguna era la compasión que de semejantes espectadores podía esperar un criminal en el patíbulo. Pero por otra parte, un castigo que en nuestros tiempos atraería cierto grado de infamia y hasta de ridículo sobre el culpable, se revestía entonces de una dignidad tan sombría como la pena capital misma.

Don Manuel Pez y el marqués de Onésimo habían escrito a la marquesa de Aransis, y aunque esta no contestaba, era de presumir que contestaría pronto y a gusto de todos. También llevaba buen camino lo de la causa criminal de Mariano. Joaquín bebía los vientos para que le soltase el juez, aunque fuera bajo fianza, por razón de la irresponsabilidad que le daban sus pocos años.

¿Y aquella desgraciada abandonada, sola al lado de la cuna de su hijo y que había debido pasar por mil torturas antes de trazar aquel testamento de odio? Aquella sufría hasta la desesperación, hasta la locura, hasta el suicidio acaso, como mujer y como madre. ¡Dios mío! El que causaba tales dolores, tales faltas, tales crímenes, ¿no era más indigno de perdón que el peor criminal?

Al ¡ay! lanzado por la victima Bolívar se levantó, hizo preso al criminal y lo entregó á la justicia, que oida la confesion del infiel servidor le condenó á sufrir la última pena. Este incidente necesita una explicacion. El Libertador y un emigrado de Carácas amigo suyo, llamado Amestoz, acostumbraban dormir en la misma habitacion. El primero se acostaba en una hamaca y el segundo en una cama.

Palabra del Dia

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