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Actualizado: 22 de julio de 2025
Es a menudo difícil distinguir en la religión medioeval entre la sugestión devota y la criminal. El mismo, por su parte, apaleó a su padre casi hasta matarlo para hacerlo consentir en su profesión de vida religiosa.
Entrole Papitos el chocolate, y, la verdad, no pudo pasarlo, porque se le había puesto en el epigastrio la tirantez angustiosa, síntoma infalible de todas las situaciones apuradas, lo mismo por causa de exámenes que por otro temor o sobresalto cualquiera. Estaba lívido, y la señora debió de sentir lástima cuando le vio entrar en su gabinete, como el criminal que entra en la sala de juicio.
Aun para los que desconocían los escabrosos detalles de estas relaciones públicas del marqués con la tierna recién casada, la circunstancia precisamente de la extremada juventud de su cómplice, le daba un aire de criminal corrupción de menores que causaba universal repugnancia.
El americano, desesperado, y desesperando de conseguir nada por estos medios, se arrojó entonces a una intentona criminal. Largo tiempo anduvo acechando el momento oportuno y buscando ocasión de encontrarse a solas con Rosa y en circunstancias en que pudiera llevar a cabo su propósito con alguna esperanza de buen éxito. Al fin creyó hallarla.
No lo sé, pues por muy profundamente que escudriñe en mi alma, no encuentro que le haya hecho ningún mal, y sin embargo no puedo hacer callar la voz. Yo me digo: «Es una idea fija.» «Te forjas tormentos, eres un loco, un criminal, un criminal para contigo mismo y para tu hijo.» ¡Pero de nada me sirve todo eso, tío querido! No puedo hacerla callar.
Hoy día, en general, riqueza es sinónimo de nulidad moral, de egoísmo y de mediocridad perfecta; a lo más significa refinada astucia; en suma, una cualidad criminal punible.» Si tan feos rasgos son exactos, si es así la sociedad presente, o bien no vamos por el camino del progreso, o bien hemos caído, con el carro que nos conduce, en un barranco o atolladero de todos los diablos.
Los más soliviantados liberales de Vetusta que hablaban de anarquía y de quemarlo todo, temblaban ante la voz de un ujier de la Sala de lo Criminal que gritaba porque un testigo cruzaba las piernas: ¡Guarden ceremonia! La aristocracia, la primera, opinó que Anita hacía una boda loca. La hizo. Don Frutos se volvió a Matanzas, prometiendo volver vengado, es decir, con muchos más millones.
Lo cierto es, que el Gobernador indio, del pueblo de Santiago de Cotagaita, que se habia mantenido leal en el centro de la rebelion, la recogió y le dió sepultura en la iglesia de su pueblo con toda la solemnidad debida, y prendió á los indios que la conducian para que sufriesen el castigo justamente merecido á tan criminal delito: pero este ejemplo, ni las repetidas diligencias que practicaron algunos vecinos honrados, impidieron que de todas partes se presentasen á rendir la obediencia al usurpador, los caciques, gobernadores, segundas y curacas, asegurándole sostener sus ideas hasta sacrificar sus vidas y haciendas por la libertad.
Cerdeña tiene menos policía que Nápoles, y Nápoles es más criminal que Cerdeña en una proporcion fabulosa.
El criminal, perdido ya sin remedio, sucumbe poco después en un combate, y el drama termina con el espectáculo que ofrece su alma, cercada de llamas, en su viaje á los infiernos. Si Tirso de Molina no hubiese escrito otra obra, sólo por lo patético, y el ingenio que distingue á ésta, no se le podría negar con justicia el nombre de gran poeta.
Palabra del Dia
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