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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Formábanlas diversas variedades de colios; los del centro tenían hojas lanceoladas y brillantes, de un morado obscuro, rojo púrpura, rojo ladrillo, rojo de cresta de pavo, rojo rosa. Al borde, una hilera de ruinas de Italia destacaba sus medallitas azuladas sobre el verde campesino, gayo, húmedo, de la hierba.
Cuando alguna derrumbaba su cresta sobre la fragata, el piloto Ferragut podía darse cuenta de la monstruosa pesadez del agua salada. Ni la piedra ni el hierro tenían el golpe brutal de esta fuerza líquida, que al derrumbarse huía en raudales ó se elevaba hecha polvo. En ciertos momentos había que abrir brechas en la obra muerta para dar salida á su masa abrumadora.
Separando dos zonas de climas, la cresta de la montaña también separa dos pueblos, y este es un fenómeno constante en cuantos países de la tierra donde la conquista no ha mezclado ó suprimido brutalmente las razas; y aun á pesar de las violencias de la conquista, ese contraste normal entre las poblaciones de ambas vertientes se ha restablecido con frecuencia.
Todo tiene en la naturaleza su punto culminante, su nota dominadora, su faz grave y severa: la selva, el roble centenario; el océano, la ola inmensa de cresta arrebolada; el desierto, el león hirsuto y arrogante; y la sociedad, el genio. ¡Y genio fue José Martí! Murió a los 42 años y es asombrosa su labor política y literaria.
Meter a bordo el rizón. A la voz del patrón los cuatro hombres que tripulan la barca, uno tras otro, van saltando a bordo con un rosmar de protesta. El patrón manda aparejar la vela y se inclina sobre la borda de popa para armar la caña del timón. Después se santigua. La barca se columpia en la cresta espumosa de una ola. Comienza la travesía.
Caminos de suaves curvas, limpios y firmes como el piso de un salón, se extendían por el borde del mar ó ascendían á las cumbres de los Alpes, pasando de cresta en cresta por viaductos de atrevidos arcos. Las carreteras se sumían en largos túneles. Donde la roca vertical no permitía abrir una cornisa, el constructor la inventaba con taludes de muchos metros cuya base se perdía en las olas.
Sus límites son, al oeste el rio Paraguay al sud el rio Ipané, al este una cordillera ó cresta de lomas que, mediando entre los rios Paraná y Paraguay, se extiende mucho de sur á norte.
La chalupa, levantada por una ola monstruosa, fué lanzada hacia el canal. Desapareció un momento entre las espumas, y poco después pudo vérsela levantada sobre la cresta de una ola, que la empujaba hacia adelante. ¡Gobierna derecho, Horn! gritó el Capitán. Habían ya entrado en el canal del atol. Lo atravesaron con la rapidez de una bala y entraron en el pequeño mar interior del islote.
Solitario el sitio, y la hora a propósito, me dejaba ir en alas de mis devaneos, cuando una voz cercana a mí en extremo, me sacó de mis ensueños, diciéndome: "¿Eres valiente? ¿Quieres hacer fortuna?..." Volví los ojos y me encontré a dos pasos con un soldado de más que alta estatura, con morrión de cresta, con gola y vestes azules, con el rostro no desagradable, pero pálido y ceniciento, y con la voz, si bien honda y tristísima, nada desapacible.
Esas filas de montes, que van á unirse á la gran cresta de las cumbres principales, son vagamente paralelas no obstante ser dentadas, y ora se aproximan, ora se alejan aparentemente, según el juego de las nubes y el andar del sol.
Palabra del Dia
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