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Actualizado: 11 de mayo de 2025
Al doblar la pequeña cresta que ocultaba a su vista Sandy-Bar, algunos, volviéndose hacia atrás, creyeron ver al socio de Tennessee, terminada ya su obra, sentado sobre la tumba, con la pala entre las rodillas y la cara sepultada en su rojo pañuelo de seda; pero otros arguyeron que, a tal distancia, no era posible distinguir la cara del pañuelo, y este punto no se esclareció jamás.
El sol no teñía por igual la superficie de aquel océano nubloso: en unas partes lo matizaba levemente de rosa, en otras de oro; á trechos lo dejaba en sombra y á trechos lo hacía arder en resplandores. Nuestra pareja se hallaba sobre la misma cresta de la Peña Mayor, que formaba una de las varias islas de que estaba sembrado.
Se les parecía en la silueta, en el aire de prestancia, en el énfasis, en la cresta, pero no en los espolones; se les parecía por fuera. Por dentro, Apolonio, aunque daba albergue y acariciaba con la imaginación las pasiones más destructoras, era incapaz de matar un mosquito, como decía de él su hijo.
Allí, una cresta de rocas negras, separados campos de nieve que ostentan á ambos lados su deslumbrante blancura, parecen una diadema de azabache en su velo de muselina.
Jagor, este volcán se asemeja de un modo admirable al Vesubio; como este, tiene dos picos: al O., una cima redondeada en forma de campana; al E., como resto de una cumbre anular, una alta cresta dentellada, parecida al monte Somma: en sus vertientes se nota bien la estratificación paralela.
La gamuza ha dejado de recorrer las alturas, y numerosas aves, que volaban en verano muy por encima de las cumbres, han bajado prudentemente á las tibias regiones llanas. Pero el hombre continúa recorriendo los caminos que, de desfiladero en desfiladero, de estribación en estribación, se elevan hasta una brecha de la cresta y descienden por la otra vertiente.
Tal vez le buscaban, y estando tendido pasarían cerca de él sin verle. Otra vez a nadar, con el ansia de la desesperación, incorporándose en la cresta de las olas para ver más lejos, yendo tan pronto a un lado como a otro, agitándose siempre en un mismo círculo.
Tenía, para divertirme, unos juguetes viejos que habían pertenecido a mi madre y a mi tío. Estos juguetes que pasan de generación en generación, tienen un aspecto muy triste. El arca de Noé de mi tío Juan era un arca melancólica; a un caballo le faltaba una pata; a un elefante, la trompa; al gallo, la cresta. Era un arca de Noé que más parecía un cuartel de inválidos.
Y el cono que distinguía desde los campos inferiores, simple grano de arena sobre otro grano llamado tierra, me parece ahora un mundo. Ya veo desde la cabaña á algunos centenares de metros sobre mi cabeza una cresta de rocas que parece ser la cima; pero si llego á trepar á ella veré alzarse otra cumbre por encima de las nieves.
Yo corro más y más, y la nube, vencida del cansancio, comienza a vacilar en los cielos, dobla su altiva cresta y busca apoyo sobre una roca. Cuando volví la cabeza, un horizonte entero nos separaba; pero sin embargo divisé la nube, y sobre su faz leí lo que pasaba en su corazón.
Palabra del Dia
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