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Actualizado: 17 de junio de 2025
Dale a besar tus anillos en que Véspero escintila, tus collares, tus zarcillos, tu boca roja y tranquila... Y cuando tu seducción divina y crepuscular conquiste para tu rito algún nuevo corazón que sepa quimerizar, extiende sobre el neófito tus manos en bendición, ¡oh Madona!, y alrededor de su sien pon las perlas de nostalgia que tiemblan en tu corona, por toda tu vida. Amén.
Tanasio, el primogénito, se agasajaba en el desván, y Celipín, que era el más pequeño de la familia y frisaba en los doce años, tenía su dormitorio en la cocina, la pieza más interna, más remota, más crepuscular, más ahumada y más inhabitable de las tres que componían la morada Centenil.
Ese día cruzaba un sendero estrecho y escabroso, flanqueado por enormes abismos y por bosques colosales, cuya sombra interceptaba ya la débil luz crepuscular.
Excepto en la parte llana del istmo, expuesta siempre á inundaciones, el cultivo de la viña es casi exclusivo en las riberas poco elevadas de esos lagos. El horizonte es allí extenso y melancólico, sobre todo á la luz crepuscular de la tarde, que produce en los tres lagos un reflejo suave, cuya poesía incita á dejar vagar el espíritu en el mundo de los ensueños dulcemente tristes.
En ellos también se alzan las montañas hermosas coronadas de nieve, también suspira el viento en los bosques y se retratan sus paisajes en los lagos silenciosos; también se despliega en su superficie la inmensidad de los océanos, agitados, turbulentos unas veces, otras serenos, iluminados por los resplandores de la luz crepuscular; también se sufre, también se goza, también se lucha, también se ama... Y todas estas moradas del espacio navegan al través del océano celeste sin temor a los escollos, a los choques o a las tempestades, sostenidos y guiados por una fuerza invisible que jamás se equivoca.
Fué inútil que prolongara la suspensión y mucho más que repasara los globos exhaustos; tuvo que resignarse. Entretanto, la sostenida posición de la cabeza en alto lo había mareado un poco. Pesado de miel, quieto y los ojos bien abiertos, Benincasa consideró de nuevo el monte crepuscular. Los árboles y el suelo tomaban posturas por demás oblicuas, y su cabeza acompañaba el vaivén del paisaje.
Al día siguiente se fué al monte, esta vez con un machete, pues había concluído por comprender que tal expediente le sería en el monte mucho más útil que el fusil. Cierto es que su pulso no era maravilloso y su acierto, mucho menos. Pero de todos modos lograba trozar las ramas, azotarse la cara y cortarse las botas, todo en uno. El monte crepuscular y silencioso lo cansó pronto.
Minutos nada más, pues su respiración de nadador sólo podía alcanzar este límite... Por eso experimentó asombro al ver los grandes cambios realizados en un paréntesis tan breve. Creyó que ya era de noche. Tal vez en las capas superiores de la atmósfera brillaban aún las últimas luces del sol, pero á ras del agua no había mas que una claridad crepuscular, un débil resplandor de bodega.
Sueña la luz crepuscular del cielo en la difusa paz de sus salones, y es su mano en los rojos almohadones una magnolia astral de terciopelo. Leve se agita en el temblor de un vuelo la rosa que agoniza en los jarrones. Es la hora santa de las ilusiones, que llega y pasa sin rozar el suelo... En un ambiente a nardos evangélicos deshojan los llorosos surtidores su inspiración de bardos arcangélicos,
Y esto con plena independencia del valer de cada poeta, porque proviene de la misma naturaleza de las cosas. En la edad primitiva, el poeta es profeta, sacerdote, legislador, teólogo, astrónomo, moralista, geógrafo, y todo a la vez; o más bien no es nada de esto; apenas si es persona; su personalidad se exfuma y desvanece en la penumbra crepuscular de la historia.
Palabra del Dia
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