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A tener allí la flauta y no estar dormida Serafina, hubiera acompañado con el dulce instrumento aquellas melodías interiores, lánguidas, vaporosas, llenas de una tristeza suave, crepuscular, mitad resignación, mitad esperanzas ultratelúricas y que no puede conocer la juventud; tristeza peculiar de la edad madura que aún siente en los labios el dejo de las ilusiones y como que saborea su recuerdo.

Al llenar el cuadrante que recorría, la tormenta desplegó sus avanzadas hacia el cénit desarrollándose en toda su amplitud, y, a medida que el sol descendía a su ocaso, ella ocupaba la imponderable inmensidad del cielo, anticipando y ennegreciendo la luz crepuscular de aquella tarde.

Era el olfato su principal sentido, así como la vista es el del pájaro. En el mundo crepuscular del Océano, cortado por resplandores fosfóricos y engañosos, los grandes pescados sólo fiaban en su olfato y á veces en el tacto. Algunos, enterrados en el fango, ascendían centenares de metros, atraídos por el olor de los peces que nadan en la superficie.

Aunque nada tenía de poeta, era a aquel balcón donde el conde iba a menudo a soñar con su amiga. En el recogimiento de la hora crepuscular, que confunde el paisaje en tintas imprecisas y dulces tan en armonía con las impresiones melancólicas, Raúl evocaba el recuerdo turbador de sus místicos esponsales, como ella en su estrecha oficina.

La frondosidad de los árboles extendía una doble masa de sombra á lo largo de la calle, dejando tres fajas de luz crepuscular: una en medio, y las otras dos junto á las casas. El carruaje, al quedar inmóvil, apagó sus faros, lo mismo que un buque que ancla y desea permanecer inadvertido.

Si abandonó el camino, fué por llegar antes á la barraca de Pimentó. Alguien estaba en la puerta. La ceguera de la cólera y la penumbra crepuscular no le permitieron distinguir si era hombre ó mujer, pero vio cómo de un salto se metía dentro y cerraba la puerta de golpe, asustado por aquella aparición próxima á echarse la escopeta á la cara. Batiste se detuvo ante la barraca cerrada.

Tan lentamente salían de la obscuridad los perfiles de estos objetos, que mi propia imaginación podía creerse autora de aquel espectáculo. El día iba descendiendo, y la iglesia se obscurecía por grados; pero una de las Madres, tirando de unas cuerdas, descorrió la cortina negra de la alta ventana del coro, y entonces entró la luz crepuscular, dando a todo su verdadera forma.

Los mosquitos y falenas, revividos por el crepúsculo, zumbaron en torno de estas flores de luz rojas y amarillas. Volvió á sonar la voz de ella en el ambiente crepuscular, con la misma vaguedad que si hablase en sueños.

Al abrirse el último rastrillo, experimentó una impresión de frío y de tristeza; vio de un golpe las naves enormes, las galerías superpuestas, y en ellas las puertas de las celdas con gruesos cerrojos. Un silencio de tumba pesaba sobre la población invisible. La luz cenital de las monteras de cristales se ensombrecía al descender, adquiriendo la vaguedad crepuscular de las bodegas.

Todos murieron: mas Shakspeare vive, y los personajes que aquellos autores crearon o evocaron a una vida vaga y como de sombra, y a una luz indecisa, crepuscular e incierta, han sido traídos por Shakspeare a la radiante y meridiana luz de la gloria inmortal, y a una vida más firme, más clara, más real que la de todos los héroes de la historia.