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Actualizado: 22 de junio de 2025
Sospechaban de mí, me creían espía y alemana, dándome cada uno diferente nacionalidad. Anduve por Italia; anduve por muchos países. Hasta estuve en su patria: ¿no es usted español?... No extrañe la pregunta; ¡me es imposible recordar tantas cosas!... Y al volver á París no he encontrado á nadie, absolutamente á nadie de los de mi época. El mundo de antes de la guerra era otro mundo.
La verdad era que lo que creían los portugueses cristianismo viciado era la religión fundada por Sidarta, príncipe de las sakias de Kapilabastu, y predicada en Ceilán algunos siglos antes de Cristo. La moral de esta religión no podía ser más santa ni más hermosa, pero su metafísica era errónea y desconsoladora.
19 Y yo dije: Señor, ellos saben que yo encerraba en cárcel, y hería por las sinagogas a los que creían en ti; 20 y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo también estaba presente, y consentía a su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban. 21 Y me dijo: Ve, porque yo te tengo que enviar lejos a los gentiles.
Cian termina y resume su memoria: «Aquellos hombres dice arrojados de su patria, obligados á vivir entre las desconfianzas, las envidias, los rencores antiguos y recientes, en país extranjero, guardan celosamente el culto de la patria en su corazón, y al mismo tiempo se enlazan en afectuosa amistad con algunos de los nuestros y de los mejores, estudian y adoptan é ilustran la lengua y la literatura del país que les ha dado hospitalidad; pero cuando ven que algún italiano quiere lanzar la más leve sombra sobre el honor literario de España, se levantan con fiereza caballeresca, propia de su raza, y no temen defenderse, y pasar muchas veces de la defensa á la ofensa vigorosa y audaz... No podemos menos de sentir una admiración profunda por estos emigrados que en tan breve período de años respondieron tranquilos y altivos, con la mejor de las venganzas, á las injurias de la fortuna, á las persecuciones, á los odios de los hombres que pretendían extinguirlos; y se levantaron y se purificaron á los ojos de la historia, á nuestros propios ojos, á los ojos de aquellos mismos que creían y aspiraban á verlos aniquilados para siempre.
Sólo tenia una esperanza. ¡Si llegase á ser verdad el auxilio prometido por los Estados Unidos! ¡Si no resultase un bluff, como creían muchos!... Ahora, con la imaginación, sólo veía la América del Norte, sus puertos llenos de muchedumbres en armas, las azules planicies del Océano aradas por miles de buques que venían á desembarcar en Europa ejércitos interminables.
Gallardo quería siempre. ¿Por qué no hacerlo bien, ganando el aplauso del público?... Pero sus éxitos, que los aficionados creían un capricho de la voluntad, eran obra del azar o de un conjunto de circunstancias; la corazonada audaz de los buenos tiempos, que sólo la sentía ahora muy de tarde en tarde. En varias plazas de provincia había oído ya silbidos.
Los millones de seres sujetos a su continua revolución gritaban y manoteaban entusiasmados y enardecidos por la velocidad. Jaime, tan pronto los veía subiendo a lo más alto, como descendiendo cabeza abajo; pero ellos, en su ilusión, creían marchar rectamente, admirando a cada vuelta nuevos espacios, nuevas cosas.
El remedio es infalible, pero hay que llevar el agua bendita á la parte dolorida ó enferma, decía. Pero muchos hombres no creían en estas cosas ni atribuían la prision de Basilio á castigo de Dios.
Decía saber oraciones para muchos y diversos efectos ... pues en caso de medicina decía que Galeno no supo la mitad qué él para muelas, desmayos y males de madre. Finalmente nadie le decía padecer alguna pasión que luego no le decía, haced esto, haced estotro, coced tal yerba, tomad tal raíz. Con esto andábase todo el mundo tras él, especialmente las mujeres que cuanto les decía creían ...
Había intentado escaparse cinco veces; gozaba cierta fama entre sus compañeros de miseria por la altivez con que hacía frente á los guardianes más crueles... Sus últimas noticias eran inciertas; habían dejado de verle, pero creían que estaba ahora en otro campo de prisioneros, un campo de castigo, muy lejos, cerca de Polonia, donde se aglomeran los rebeldes y los peligrosos bajo una disciplina cruel, sufriendo terribles correcciones.
Palabra del Dia
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