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Actualizado: 24 de julio de 2025


, crimen imperdonable... Es aburrido estar atada toda la vida; primero por los prejuicios de educación. Hay que hacer esto o lo otro; esto no, ni aquello tampoco... Tal cosa es sacrosanta y tal otra levanta una polvareda general sin que se sepa por qué ni cómo... continuó Francisca, por qué y cómo, por el grito de mamá: «¡Oh! Francisca...» Es cargante esa pobre mamá... ¡Oh!

En el tresillo, en el gabinete de lectura, en el billar, en las salas de conversación, de dominó y ajedrez, había siempre las mismas personas, los aficionados respectivos; pero el cuarto del crimen era el lugar donde se reunían todos los oficios, todas las edades, todas las ideas, todos los gustos, todos los temperamentos.

El crimen de las Aceñas les disgustó, pero no causó en ellos la profunda desazón que en el resto del vecindario. Al cabo de cinco o seis días tornaron a sus patriarcales costumbres. Y era tal su valor, que la mayor parte de las noches dejaban olvidadas las armas en la tienda.

Si el hombre es educable y perfectible, ¿por qué descuartizarle, en vez de mejorar su condicion, purificarle, y destruir el mayor número posible de los alicientes que estimulan al crimen?

te has hecho justicia con tu crimen: Mi noble patria batirá las manos, Al ver que en sacuden sucio limen Los libres que combaten á tiranos. Signe por esa huella ensangrentada Que el verdugo señala con su planta, Y encontrarás al fin de la jornada Un buen cordel que oprima tu garganta.

Es imposible negarlo. ¡Todas las circunstancias agravantes acompañan al crimen; ya sabéis lo que os espera: la pérdida de vuestra fortuna, el eterno deshonor y cinco años de presidio! La señora de Bruinsteen fijó un momento la mirada en el papel. Se puso pálida como la muerte, y todo su cuerpo se estremeció.

El señor Le Bris estrechó la mano del conde. El interés se mezcla en todas las pasiones humanas, y representa igualmente su papel en el drama y en la comedia. El amor y el odio, el crimen y la virtud, la vida y la muerte, no se cruzan jamás sin codearse con un personaje brillante y sonoro que se llama el dinero. Fue el doctor el encargado de entregar al duque el precio de su hija.

Obdulia Fandiño, pocas horas después de saberse en el pueblo la catástrofe, había salido a la calle con su sombrero más grande y su vestido más apretado a las piernas y sus faldas más crujientes, a tomar el aire de la maledicencia, a olfatear el escándalo, a saborear el dejo del crimen que pasaba de boca en boca como una golosina que lamían todos, disimulando el placer de aquella dulzura pegajosa.

Yo no me sentía a gusto porque la sombra era tal que no podía distinguir ni al cochero ni a los caballos, y ya empezaba a pensar en aquel crimen cometido en ese sitio hace años, cuando de pronto oigo un silbido agudo detrás de . Le grito al cochero que castigue a los caballos; pero un silbido análogo se hace sentir por todas partes, delante y detrás de nosotros.

¡Oh! eso lo dicen todos los condenados... Es muy fácil... Pero en cuanto á dar una prueba... ¿Y si esa prueba existiera? Sorege se puso lívido, sus ojos lanzaron un relámpago y exclamó: ¿Qué prueba? La confesión del crimen por su autor. ¿Y ese autor, ¿quién es? Una mujer. ¿Tendré que decir á usted su nombre? ¿Cuál, en este caso?

Palabra del Dia

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