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Actualizado: 24 de junio de 2025


Y disimulando, al verle entrar, su repentino azoramiento, añadió, huyendo del malhadado cordón, cual si fuese en realidad una serpiente: ¡Jesús, hombre, qué torpeza!... Acabe usted y descorra esa cortina...

Aún tengo media idea de que se menciona en ella el nombre de usted. La hermana quedó silenciosa, inmóvil. Estábamos sentados en un banco del parque, a la orilla del río, que corría triste y fangoso a nuestros pies. Delante, a corta distancia, se extendía la cortina sombría de la sierra cerrándonos el horizonte. Al cabo de algunos momentos advertí que la monja estaba llorando.

De la otra parte de tan sublime conjunto se divisaba el cuadro severo, que forma la inmensa cortina de los Andes, entrecortados en picos agudos, representando la figura exacta de una sierra.

Y abrió muy presuroso de par en par las dos puertas del salón, levantando la cortina de terciopelo para dar paso a la dama; atravesó esta rápidamente la pieza, abrió por misma la puerta de un gabinete y no se detuvo hasta llegar al despacho de Jacobo, como si todo aquello le fuese muy conocido.

En una extremidad se hallaba alumbrada esta espaciosa habitación por las ventanas de las dos torres; y en la otra, aunque protegida por una cortina, lo estaba por una gran ventana abovedada, provista de un asiento de almohadones, en el que había un volumen en folio, probablemente de las Crónicas de Inglaterra ú otra literatura por el estilo.

La portera me dijo que esperara en el locutorio, y al poco rato de estar allí corrióse la cortina de éste y vi dos monjas. No cómo pude mantenerme en pie. Una de ellas era Inés.

34 y la cubierta de pieles rojas de carneros, y la cubierta de pieles de tejones, y el velo de la cortina. 35 El arca del testimonio, y sus varas, y la cubierta. 36 La mesa, todos sus vasos, y el pan de la proposición. 37 El candelero limpio, sus candilejas, las candilejas de la ordenanza, y todos sus vasos, y el aceite para la luminaria.

En esto se huyó un cristiano del armada: dijo la falta que tenían de vituallas, por lo que tenía por cierto que se irían muy presto. A los 23, ya tarde, arremetieron por la parte de Levante al caballero de Gonzaga y á la cortina que estaba hasta el de La Cerda, y teniendo tan buena entrada, no tardaron de subir arriba.

Todo reposa; en la techumbre pían los pájaros; el sol vívido marca sobre una de las paredes blancas el dentelleo de un tejado; suena una campana lejana... Es preciso comer. Retorno al zaguán. Y entonces grito más fuerte que antes, doy grandes golpazos, levanto la cortina de un cuarto.

Una de ellas, más intrépida, se apoderó de los cordones de la cortina y tiró de ellos con fuerza. La cortina, al correrse, lanzó también un chirrido de escándalo. Todavía escuché pasos precipitados y rumor de voces. Después, nada; se hizo el silencio. Mi esposa, riendo a carcajadas y ruborizada al mismo tiempo, me cogió de la mano y me sacó de la habitación.

Palabra del Dia

rigoleto

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