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Actualizado: 8 de mayo de 2025
En la corte es muy fácil hacer caer sobre una persona los delitos de otra; Calderón ha sido vuestro favorito y aún lo es, al menos para todo el mundo, que ve que en vuestra casa le tenéis, que en vuestra casa le curáis.
Con ella le infirió multitud de heridas, y dejándole ya muerto, huyó á esconderse en alguno de los rincones de Triana, donde tenía gentes que por miedo le favorecían. Al poco tiempo un alcalde de corte y un alguacil acudieron á Triana con objeto de capturar al bravo, empresa que era más difícil de lo que ellos creían.
Hay que convenir también, en que así que el señor de Maurescamp hubo sido admitido a hacerle la corte, su actitud, sus procederes y lenguaje, respondieron pasablemente a la idea que una joven puede formarse de un hombre enamorado y amable. Todos los pretendientes que tienen mundo y una bolsa bien llena, se parecen poco más o menos.
4ª Es menester dar principio en cada parroquia á la operacion del corte, trazando ante todo un sendero de extraccion, y construyendo una ó muchas barracas en el centro de la seccion que se beneficia, para que los jornaleros dispersos puedan ir depositando en estos sotechados el producto diario de sus faenas, y hacer que se seque allí la cascarilla sin los accidentes de averias ó de completo malogro.
Luego, al ser rey Amadeo de Saboya, este monarca revolucionario, execrado y abandonado por la nobleza tradicional, había tenido que acudir a nuevos hombres históricos para formar su corte. El butifarra, por una exigencia del partido, fue alto funcionario de Palacio.
Tenía Currita puesta la celada de Bayardo sobre su fama de mujer a la moda, y esto iba a pegarle en la cimera, a herir directamente su honor, significando, como significa en sustancia, que era ella una Jimena sin ningún Cid que la defendiese; atroz insulto, ofensa imperdonable hecha a una dama que sobrepujaba en celebridad a cuantos toreros, cantantes, saltimbanquis, pulgas industriosas y monos sabios habían hasta entonces alcanzado fama en la corte.
Las fiestas y diversiones de todas clases se sucedían en la corte sin interrupción, y acababa de fundarse en el palacio del Buen Retiro un teatro italiano, al cual fueron llamados los primeros artistas y los cantores más afamados del mundo.
Decía esto, y se separaba de un grupo para ir a otro, seguido de su corte de admiradores; y si alguien le hubiera observado, habría visto que el personaje evitaba cuidadoso un encuentro, que debía serle particularmente desagradable: el del levitón del señor Portas, que hasta hace poco ejercía sobre él la atracción del imán. ¡Misteriosa singularidad, cuya clave poseía quizá míster Robert!
¡Ah, es ella! dijo don Juan pensando en doña Clara y sin acordarse, ni remotamente, como hasta entonces no se había acordado, de Dorotea. Trae una orden terminante para que se la permita hablaros á solas, del señor alcalde de casa corte, Ruy Pérez Sarmiento, de quien pende vuestro proceso. ¡Oh, pues que entre! ¡que entre! exclamó con afán el joven.
Estas consideraciones, hechas á solas y exageradas por la pasión inoculada por el periódico, le arrancaron una noche estas palabras: «Venderé una finca, ó la hipotecaré para sacar dinero; pero yo no me he de morir sin saber lo que es aquello.» Aquello era la corte; pero lo otro, de que se olvidó un momento, se le opuso en seguida á su proyecto. Y lo otro era ... el pleito.
Palabra del Dia
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