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La noticia ha corrido por los bastidores, ha penetrado en el saloncillo de autores, ha llegado también á los «camerinos», donde las actrices acaban, entre risas, de alegrar con carmín la frescura bermeja de sus labios.

Después que la poetisa hubo mostrado en todo su esplendor, adornándole con las galanuras del estilo, su incomparable ingenio; después que me dejó corrido y vergonzoso por la diferencia que resultaba entre su inventiva maravillosa y el seco, estéril y encanijado parto de mi caletre, ¿cómo había de atreverme á continuar leyendo?

«¡Pobre señor! dijo Benina ; habrá dormido al raso... Es un dolor... a sus años... Mejorando lo presente, es más viejo que la Cuesta de la Vega». Refirió la encargada que no sabiendo Don Frasquito dónde meterse, había conseguido ser albergado en la casa del Comadreja, calle de Mediodía Chica, dos pasos de allí. Por más señas, había corrido la noticia de que estaba enfermo.

Hasta el título nobiliario se ganó de parecido modo, cuando ya era general, por haber corrido en aquellos desfiladeros, siendo alférez..., delante de una partida carlista, en la primera guerra civil. Con estos dos hechos se explicaba la conducta de Leticia con el banquero.

El señor de La Tour de Embleuse, sentado en un rincón del jardín, frente a la casa, se parecía al animal que ha corrido tres días por el desierto en busca de agua fresca y que se detiene con el último impulso ante el manantial deseado, con el ojo sangriento y la lengua colgando.

Veintiocho, treinta o treinta y dos años podían haber corrido sobre él, sin que fuese dable decir si los representaba. El descolorido semblante lo tenía aún más pálido en los pómulos, allí donde suelen estar las que en verso se llaman rosas.

?Con tus propias manos? iCon mis propias manos! no; fue mi corazon el que marchito el suyo y le destrozo. He derramado su sangre, pero no ha sido la suya. Su sangre ha corrido sin embargo, he vislo su pecho desgarrado y no he podido curar sus heridas.

Don Arias, envía el tercero, Que el segundo he despachado. Ya va, Don Diego, ya va. Yo quiero salir contigo A ser tu padrino, yo. Y así en el trance feroz, Más cercano, más violento, Alcanzaráte mi aliento Y animaráte mi voz. Ya eso parece dudar En lo que tengo de hacer. ¿No sabes que vencer? ¿No sabes que matar? Vamos, que corrido estoy De que en mi valor dudaste.

Pero los acontecimientos habían ido muy de prisa durante el día y el conde llegó a las diez para decirle que sus planes se habían ido cumpliendo al pie de la letra. Don Diego, al levantarse de la mesa, había corrido a casa de su madre.

D. Nemesio se alzó del asiento restregándose los ojos, y apenas lo hizo soltó el chorro de nuevo, haciéndome sabedor de los lances curiosos que le habían pasado en los diferentes viajes que había corrido por aquella línea.