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Actualizado: 21 de julio de 2025


La monotonía del camino, de cuándo en cuándo era interrumpida por precipicios, siniestros testigos que vienen á enseñar al viajero antiguos cáuces por los cuales ha corrido la lava y el fuego.

Chichí interrumpió con su presencia las dolorosas reflexiones de los dos. Había corrido hacia el automóvil y regresaba con una brazada de flores. Colgó una corona en la cruz; depositó un ramo enorme al pie de ésta.

Siguió aquel movimiento; vió que se iban del jardín, y aprovechándose él también del bullicio, se separó de sus amigos, como si por acaso los perdiese, y tomó la misma calle de árboles por donde vió que las dos jóvenes se habían precipitado buscando la puerta del jardín. Ridículo le parecía que hombre tan corrido como él corriese entonces desalado en pos de dos pobres chicas.

No sino que el menguado me quitó cuanta ropa llevaba puesta dejándome en gregüescos y después me enjaretó este sayal blanco, quedándome yo aquí corrido y sin atreverme á volver al pueblo y mucho menos á presentarme á mi mujer, que si me ve en esta guisa pondrá el grito en el cielo, tratándome de borracho y correntón.

Pero á la verdad, lo siento por el contingente de Vinchester que manda mi noble amigo de Butrón, pues según noticias y señales, es gente díscola y la han corrido en grande estos días. Á ver, dad orden de que recen todos un padrenuestro y un avemaría mientras esperan la señal de ataque.

Por aquí no pasa un alma... dijo él . Es más, creo que por aquí no ha pasado nunca nadie. Lo menos hay dos siglos que no ha corrido por estas paredes una mirada humana... Calla, me parece que siento pasos. Pasos... ¿a ver?... , pasos. En efecto, alguien venía. Oyose, sin poder determinar por dónde, un arrastrar de pies sobre los guijarros del suelo.

, se llamaba Margarita; según me dijo después en algunos intervalos de razón aquella desgraciada, porque se había vuelto loca, había salido de su casa con un soldado, había corrido con él algunas tierras, y al fin habían venido á parar á Madrid, donde el amante vivía de las estocadas á obscuras que daba por la villa, la maltrataba y, por último, la había exigido que se prostituyese para ayudarle á vivir.

Más avanzado que ninguna de las casas de Izarte, más al borde de las dunas estaba el caserío de mi abuela, un caserío negro, con un balcón corrido hacia el lado del mar. Realmente, el viento debía azotar allí de una manera furiosa.

Sería pueril, inocente, a los ojos de un mundano muy corrido, aquél mi estado psicológico; pero lo cierto era que ya no me creía solo ni desocupado en Tablanca, ni a oscuras, triste y en silencio en la casona; y esto, algo más valía que la credencial de «hombre incombustible», otorgada por otro, esclavo infeliz quizá de esa y otras preocupaciones semejantes.

He abandonado a mis barones y mis guerreros ¡avanzan tan lentamente, de una manera tan solemne! , y he corrido aquí. ¡Qué dicha, te he encontrado sola! ¿Me esperabas aquí, amor mío? ELSA. No. ¡Pero qué extraña capa llevas! ENRIQUE. Es la de uno de mis servidores; no he querido que me reconociesen aquí. No soy yo, Elsa; soy mi espectro. El verdadero duque viene con sus barones.

Palabra del Dia

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