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Actualizado: 4 de junio de 2025
Además, la manera poco ceremoniosa con que le declararon cesante, y el haber sido considerado como enemigo por sus adversarios políticos, fué en cierto modo agradable al ex-Inspector de Aduana, puesto que su apatía en los asuntos de la política, su tendencia á divagar, á merced de su voluntad, por el vasto y apacible campo en que todo el género humano puede codearse sin reparo, antes que ceñirse á los estrechos senderos en que los hermanos de un mismo hogar tienen que separarse unos de otros, había hecho que sus mismos correligionarios le mirasen con cierta sospecha, dudando si en realidad les pertenecía.
Aunque el judío grita, ruega y brujulea, ¡ni un testigo!... Nadie ha visto nada... Afortunadamente, dos de sus correligionarios pasan entonces por la calle, con las orejas gachas, arrimados a las paredes. El judío los ve. ¡Pronto, pronto, hermanos! ¡A prisa, al agente de negocios! ¡A prisa, al juez de paz!... Ustedes lo han visto, ustedes... ¡Han visto que han maltratado al viejo!
El sastre Balmisa, el director y redactores de La Aurora, y demás correligionarios pertenecientes a la clase media baja intelectual, tomaban a broma a Belarmino y le calificaban de chiflado. El clero y las familias piadosas le reputaban como un loco, aunque generalmente inofensivo, en ocasiones peligrosísimo y de más cuidado que todos los otros republicanotes.
No es cierto. Las cartas dirigidas a usted por sus correligionarios de Rusia y de Inglaterra lo acusan de haberlos traicionado. Por tercera vez fijó el acusado su mirada en la cara del juez, y se estremeció. Tenía que ayudar a otros. ¿Cree usted que yo le voy a revelar secretos que no son míos? ¿Quiere usted aprovechar mi prisión para instruir un proceso político? ¡No, no!
Esto tiene que ser una manifestación decía del ex-alcalde a muchos correligionarios y otros enemigos del Magistral reunidos en la tienda, al pie del cadáver . Esto tiene que ser una manifestación: el gobierno no nos permite otras, aprovechemos esta coyuntura. Además, esto es una iniquidad: ese pobre viejo ha muerto de hambre, asesinado por los acaparadores sacrílegos de la Cruz Roja.
¿Cómo le conoció usted? Era amigo de mis hermanos. ¿Los cuales, naturalmente eran sus correligionarios?... Después que usted salió de su país ¿dónde lo encontró? Aquí, en Lausana. ¿Estaba solo? No. ¿Con la Condesa? Con ella. ¿Fue usted a buscarle? ¿Cómo se vieron? Supo mi llegada, y fue él mismo a buscarme.
Acepto dijo con firmeza. Congratúlome exclamó el dominico, sin ocultar su satisfacción . Quedamos, pues, amigo mío, en que mañana, por la tarde, vendrá usted a nuestra residencia a tomarnos las medidas. ¿Eh? ¿Debo ir yo allí? preguntó, preocupado, Belarmino . ¿Qué dirán mis correligionarios? ¿Qué han de decir? Usted va como zapatero. Además, es lo más rápido y expeditivo.
Lo mismo que los correligionarios de Rusia, los de Inglaterra se volvían también en contra del Príncipe, reprochándole que los hubiera abandonado. «La presencia de usted aquí es necesaria,» le escribían de Londres; «hace cuatro meses que le esperamos: ¿qué le impide venir? ¡Buen momento para que faltara usted a su palabra!... ¿O alguna nueva aventura lo retiene por allá?...»
Algunas cartas de correligionarios, con fechas recientes, estaban llenas de sordas acusaciones. Sus compañeros de Rusia se quejaban a una voz de su silencio, de su tibieza; le reprochaban que no mantuviese ciertas promesas con las que ellos contaban, y casi le acusaban de traición.
Con increíble temeridad volvió varias veces a Rusia, en secreto, a ver a sus correligionarios, para alentarlos y dirigirlos: en peligro de caer en manos de la justicia, se salvó milagrosamente, y continuó después conspirando en el extranjero, siempre soñando y preparando el cataclismo social que le había de abrir las puertas de su país ya regenerado.
Palabra del Dia
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