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La navegacion que hizo Villarino fué en la estacion mas contraria. Los cuarenta y cinco dias que se detuvo en el Choelechel, esperando víveres para continuarla, le atrasó el tiempo, de modo que cuando llegó á la confluencia que hace el Diamante con el Rio Negro, habian bajado las aguas, en términos que causaron lo penoso de su navegacion.

El conde que tenía todo su capital mueble en la banca, se asustó al verle comprometido de aquella suerte; pero no tuvo más que aceptar. Es sentencia del vulgo que los afortunados en amores son desgraciados al juego: pero más cierta parece la contraria afirmación. Cuando acude la buena dicha, acude para todo, y lo mismo cuando la desdicha acude. El conde fue tirando cartas, y no salía ningún tres.

Yo a Rumblar, ciego de ira, luchando cuerpo a cuerpo con un francés; vi a Santorcaz dando pruebas de tener un puño formidable para el manejo del sable; usélo con toda la destreza que me era posible, y lo mismo yo que mis amigos y otros muchos jinetes de mi fila nos internamos locamente por el grueso de la infantería contraria.

En una revuelta vio de repente una sombra oscura, grande y extendida sóbrela blancura del camino: aquella mancha se movía, avanzando lentamente en dirección contraría a la que él llevaba, y entre su masa compacta brillaban a intervalos algunos puntos luminosos. Parecía una serpiente colosal de enormes escamas heridas por los rayos del sol, y seguida de una tenue nubecilla de polvo.

La esposa callaba, sospechando que su marido no tenía la cabeza buena, y que sería peor llevarle la contraria. Desde entonces pudo observar que por las mañanas se repetía en Maxi la misma excitación, y la terquedad de que todas las personas de la familia se confabulaban contra él para atormentarle.

Pero hemos pasado á la exageración contraria: con el más insignificante error, no sólo físico, histórico ó matemáticas, sino de indumentaria ó arqueología, se nos da en rostro como si fuera un crimen. Se nos pide que seamos una enciclopedia viva.

Procuró asimismo demostrar su incontestable superioridad intelectual sobre su hermano, llevando la contraria a cuanto decía, sonriendo despreciativamente cuando hablaba, vejándole, en fin, de mil modos. D.ª Teodora, sin embargo, resistió tenazmente esta suplantación.

Al cabo, la opinión llegó a decir esto, aunque ya sin el visto bueno de Glocester: «Que había que desengañarse; el verdadero predicador de Vetusta era el Magistral». Pronto fue tal opinión un lugar común, una frase hecha, y desde entonces la fama del Obispo como orador se perdió irremisiblemente. Cuando en Vetusta se decía algo por rutina, era imposible que idea contraria prevaleciese.

Juzgándola bajo este punto de vista prescindiendo de que la muerte de la inocente Mencía es contraria á nuestro modo de sentir en esta materia, y ateniéndonos sólo á la opinión común de los españoles de esa época, no es posible dejar de convenir en que este drama es una de las creaciones más extraordinarias, que se encuentran en los vastos dominios de la poesía.

La suerte lo quiso de otro modo. ¡La suerte, próspera para ella, contraria para él! ¿Quién le había de decir, años atrás, que por una mujer se vería en tal estado? Porque, no había que forjarse ilusiones, estaba enfermizo, inapetente, aburrido y enamorado de un imposible. La situación era desesperante.