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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Más ligero de piernas, pero menos filósofo que hoy, contemplaba a la sazón con ojos inquietos la ruda soledad de las llanuras de Langres y no se tranquilizaba un poco sino al penetrar en los pintorescos y agradables bosques que rodean el pueblecillo.
Un día contemplaba en viejo campanario la ligera veleta de su eterno girar, y pensé que es veleta el hombre en su calvario que gira sin descanso en constante penar. Y, si acaso, hay momentos de calma lisonjera que de gozo inocente nos hacen sonreir, son momentos fugaces que con la primavera dejan triste recuerdo en el pecho, al partir.
Sí que lo estoy repuso Octavio con firmeza y clavando sus ojos en la dama; pero no sabe usted de quién. La condesa miró en aquel instante para la huerta y vió á miss Florencia que parada en medio de un camino los contemplaba fijamente.
Aquellas montañas se veían también, aunque más lejanas, desde la casa solariega de D. Álvaro. ¡Buena gana de reir tenía Laura en aquel instante! Su pensamiento volaba, volaba sin detenerse por los días de su existencia, desde aquellos remotos en que contemplaba absorta, de bruces sobre el balcón, las nubes que cubrían la cabeza de la Peña Mayor, hasta las escenas más recientes.
En algunos momentos de respiro se sentaba al lado del lecho y contemplaba fijamente con ojos ansiosos el rostro de la enferma. La alcoba estaba débilmente esclarecida por un quinqué que ardía a media mecha en la sala.
En el mesón del Monje, que estaba al principio de la calle de San Francisco, monté sobre un macho cargado de azúcar y campeche; después de haber recibido la bendición de mi señor padre que me contemplaba con sereno rostro, aunque con el alma acongojada por la idea de separarse de mí.
Para ocultar su emoción, Adriana contemplaba fijamente el cuadro de la maja provocativa. Cuando oyeron a Lucía que peleaba en voz alta a la institutriz, adrede para advertirles, Adriana se levantó. ¿Vienen ya? preguntó él con un tono de ingenuidad desolada. Sí, adiós, repuso ella abandonándole la mano.
De ver era salir en aquel llano Al soldado valiente y caballero, De sedas y brocado muy galano, A guisa y parecer de perulero. Salìa con contento muy ufano, Y hasta el pobrecito marinero Aquella bella tierra contemplaba, Y
Este pensamiento hizo flaquear mi valor: me aterraba infinitamente más que la perspectiva del cadalso. Sentía dentro de mí fuerzas bastantes para mirar a la muerte cara a cara, y al mismo tiempo me contemplaba incapaz por entero de soportar la vista de un público curioso y hostil. Congojado y muerto de vergüenza salí por la puerta de la cárcel entre un grupo de curas, soldados y carceleros.
Azorín no ha leído más y ha dicho: Pepita, este hombre a quien esta muchacha quiso despreció frívolamente un gran tesoro. Era ya un poco viejo; acaso estaría ya también un poco cansado de la tristeza de la vida. Pudo ser feliz un momento y no quiso serlo. Azorín ha añadido, tras breve pausa en que contemplaba los ojos de Pepita: Sí, éste era un hombre loco.
Palabra del Dia
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