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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Le hacía daño la serenidad forzada de Alicia, su manera de fumar mientras contemplaba con ojos felinos la marcha del juego. Iba á cambiarse la suerte de un momento á otro: esta ganancia continua é insolente no podía seguir.
Protegido por la obscuridad, me habían conducido al castillo e instalado en la celda. Nada me importaba el recuerdo de que un poco antes habían muerto allí tres hombres, dos de ellos por mi mano. Me había arrojado sobre un colchón inmediato a la ventana y contemplaba las negras aguas del foso. Juan, pálido todavía a consecuencia de su herida, me había servido la cena.
Rato hacía que Roger contemplaba con interés y no sin alguna alarma el rostro de la noble esposa de Duguesclín, que hundida en su sillón parecía últimamente ajena á cuanto en torno suyo se decía, brillantes los ojos, fija la mirada y empalidecidas las mejillas. Notó Roger que Duguesclín observaba también á su esposa, inquieto y trémulo. ¿Qué tenéis, esposa mía? le preguntó.
Antes que eso suceda estoy resuelto a hacer justicia por mi propia mano... Reynoso horriblemente pálido le contemplaba atónito, sin pestañear. Antes de dar este paso he consultado con tus amigos más fieles, con los que te quieren como un hermano y ellos han visto como yo que era de todo punto necesario esta operación dolorosa.
Bajo una masa de cabellos griscastaños aparecía su arrugada frente y un par de ojos azules hundidos, uno de los cuales contemplaba el mundo con especulativo asombro, mientras el otro era opaco, nebuloso y sin vista. Sus extrañas cejas venían a juntarse sobre su nariz algo carnosa, y su barba y bigote tenían ya un color gris.
Por lo contrario, si por casualidad surgía la idea de un proyecto que sin duda la había ocupado en otro tiempo, parecía haberlo dado al olvido enteramente o no haberlo tenido nunca. Algunas veces, solamente, contemplaba a Julia con una expresión más tierna que revelaba tristeza.
Gesticulaban furiosos los primeros, contestábanles los segundos con impasible desprecio y en tanto el príncipe Eduardo los contemplaba en silencio, secretamente complacido de presenciar aquella escena tan conforme con su espíritu batallador. Sin embargo, la división entre sus propios jefes ningún buen resultado podía darle y se apresuró á calmar los ánimos.
Entre tanto, Lisboa se arrodillaba a mis pies. El patio del palacio estaba constantemente invadido por la turba; desde las ventanas de la galería contemplaba a veces, en mis horas de fastidio, blanquear las pecheras de la aristocracia, negrear las sotanas del clero y relucir el sudor de la plebe. Todos venían a suplicar con frase abyecta, una pequeña participación en mi riqueza.
También al levantar por un momento la cabeza para quitarse los anteojos y limpiarlos, contemplaba, como los otros, una visión familiar. Su esposa, una mujer joven, de rostro dulce, estaba con una criatura de pechos en el regazo, entre dos niños y una niña algo mayores; pero ninguno de ellos pasaba de los siete años. La habitación modesta ofrecía un aspecto fresco y gracioso.
Contemplaba sus retratos en las diversas óperas por ella cantadas; una numerosa colección de hermosas fotografías, llevando al pie el nombre del gabinete en casi todos los idiomas de Europa; en alfabetos raros que hacían parpadear a Rafael.
Palabra del Dia
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