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Actualizado: 25 de julio de 2025
Os basta el amor estéril que profesáis a Dios; preferís el egoísmo de la beatitud a la abnegación del cariño; una hora de meditación os parece cosa más santa que un día de trabajo, y el llanto que arranca un sacudimiento histérico os es más grato que las lágrimas vertidas consolando el dolor ajeno. Eres más impío de lo que imaginé. Y tú más fanático de lo que yo pensaba.
Quedó Gallardo satisfecho por esta noticia durante algunos días, pero luego volvió a preguntar, con la insistencia del enfermo que cree pendiente a todo el mundo del estado de su salud. ¿No había escrito? ¿No había preguntado más por él?... El apoderado intentaba excusar el silencio de doña Sol, consolando de este modo al espada.
Aun cuando tuviera usted cien millones de renta, no me vería á sus pies; se lo aseguro bajo mi palabra de honor. Y me marcho á tomar el aire, pues el diablo me lleve, si puedo sufrir más. Al mismo tiempo el bravo doctor salió del salón, llevando toda mi gratitud, pues me había hecho un verdadero servicio consolando mi corazón oprimido de indignación y disgusto.
Estarías vestida como un palmito, comida y bebida como una mayorazga; y sobre todo, hija mía, podrías mantener al pobrecito de tu padre, que se va haciendo viejo y es un dolor verle echarse a la mar, que llueva o ventee, para que a ti no te falte nada. Así don Federico se quedaría entre nosotros, consolando y aliviando males, como un ángel que es.
El bueno de Tremontorio siguió largo rato consolando, á su manera, á aquellas pobres mujeres, hasta que el grupo, compacto siempre y cada vez más numeroso con la turba de chiquillos que se le iban agregando á su paso, cambió de rumbo al llegar al Consulado, y se internó en la población; y yo, que maquinalmente le había seguido escuchando á Tremontorio desde la Punta del Muelle hasta aquel sitio, perdíle en él de vista y continué hacia la Ribera, vivamente impresionado con las escenas de que había sido testigo aquella tarde.
¡Descalza! repetía asombrada Obdulia. La envidia crecía en su pecho. «Oh, lo que es esto pensaba indudablemente tiene cachet. Sale de lo vulgar, es una boutade, es algo... de un buen tono superfino...». El Marqués entró en aquel momento con don Víctor colgado del brazo. Vegallana venía consolando al mísero Quintanar, que no ocultaba su tristeza, su decaimiento de ánimo.
El sacerdote se preparaba a oficiar sin más pueblo devoto que las sillas esparcidas en el salón con el desorden de la fuga. Sólo algunas domésticas, enviadas por sus señoras, entraron apresuradamente para no quedarse sin misa. Doña Zobeida y Conchita habían avanzado hacia los asientos de primera fila, consolando al oficiante con su presencia de esta retirada general.
Alá sabe bien que no pude hacer otra cosa de la que he hecho, y que estos cristianos no deben nada a mi voluntad, pues, aunque quisiera no venir con ellos y quedarme en mi casa, me fuera imposible, según la priesa que me daba mi alma a poner por obra ésta que a mí me parece tan buena como tú, padre amado, la juzgas por mala''. Esto dijo, a tiempo que ni su padre la oía, ni nosotros ya le veíamos; y así, consolando yo a Zoraida, atendimos todos a nuestro viaje, el cual nos le facilitaba el proprio viento, de tal manera que bien tuvimos por cierto de vernos otro día al amanecer en las riberas de España.
Y poeta sin conocerlo, su espíritu, encerrado en ruda envoltura, esparcíase con el fuego de la fe, consolando la angustia de sus últimos momentos con la esperanza de que otros llegaban detrás empujando, como él decía, y que esos otros acabarían por arrollarlo todo con la fuerza de la cantidad, como las gotas de agua que forman la inundación. Les mataban porque eran pocos.
Para ganarse la voluntad de su Creador habrá hecho obras de misericordia, consolando y amparando a los infelices y desvalidos, y con sus oraciones y penitencias, humildad y mansedumbre, habrá sido pasmoso ejemplo y provechoso estímulo a todo ser humano. No se conquista de otra suerte el amor de Dios. No hay otra vía más cómoda y llana para llegar a él.
Palabra del Dia
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