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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Se pasaba horas y horas en el confesionario. Desde el convento bermejino tenía con frecuencia que ir al convento de la ciudad cercana, donde tenía no pocas hijas de confesión entre el señorío. Era además hombre de consejo y tino en los negocios mundanos, y acudían todos á consultarle cuando se hallaban en tribulación, apuro ó dificultad.

Lo distinguido, lo intelectual, lo moderno, es creer á ojos cerrados en cualquier patán astuto que, vistiendo la sotana, pronuncia sermones vulgares, y pasa las horas en el confesionario enterándose de vidas ajenas y adorando al Corazón de Jesús, que coloca por encima de Dios. ¡Yo no digo tanto! exclamó el millonario. Yo no creo en ellos, y hasta me río de sus cosas.

Prefirió un desconocido; acudió a la capilla de las Victorias. Vino un sacerdote viejo, algo encorvado, con cejas canosas, espesas, sobre unos ojos muy pequeños que brillaban inexpresivamente en las órbitas hundidas. Se metió, sin mirarla, en el confesionario, y comenzó a formular preguntas, rápidamente, sin atender casi a las respuestas que recibía.

Proceso hubo a consecuencia del cual se descubrió que las pobres reclusas llamaban al Espíritu Santo El Quemón, porque al arrodillarse ante el confesionario se les encendía la sangre.

Y ella, sin embargo, había ya llorado mucho para lavar con sus lágrimas sus pecados... Había ido muchísimo a la iglesia y quemado innúmeros cirios y cumplido las más duras penitencias... Creía que el secreto de sus faltas quedaba enterrado en el confesionario del cura párroco... Poco a poco las malas lenguas se habían cansado y acabado por dejarla tranquila... Comenzaba ya a respirar, vivía feliz entre el Príncipe y su hijo, creyendo que todo había acabado, cuando vuelve Delaberge y cae en su casa como un rayo... ¡Oh, , un rayo verdadero!... Cuando le vio entrar en la cocina se le agolpó toda la sangre en el corazón y estuvo a punto de caer redonda en tierra... Después ya no había podido conciliar el sueño, viviendo en una continua angustia y pareciéndole que estaba suspendida sobre su casa la amenaza de una gran desdicha.

Explicó su estancia en un pueblo, con el batallón metido en una iglesia, sin poder moverse por estar los caminos intransitables por la nieve, no comiendo más que habichuelas y teniendo por retrete un confesionario, y dió tales detalles, que todo el mundo reía a carcajadas.

Este un día le declaró seriamente que debía obedecer a su madre. Zoraida, decepcionada, recurrió directamente a la superiora de las Salesas, quien la aconsejó de acuerdo con el sacerdote. Entonces su naturaleza extremosa se sublevó. Juró que abandonaría toda tarea religiosa, que no pisaría más el confesionario y que hasta dejaría de ir a misa. Y ese juramento añadió Carmen lo ha cumplido.

En el Orden de Jesús se concentró la quinta esencia del espíritu católico: la historia del Orden de Jesús es la historia de la gran reacción del catolicismo. Este Orden se apoderó de todos los medios y fuerzas con que se dirige y manda el espíritu del pueblo: del pulpito, de la prensa, del confesionario y de las academias. Donde predicaba el jesuíta, la iglesia era pequeña para el auditorio.

Esta idea, a pesar de ser tan alta, fue muy inteligible para Fortunata, a quien se acercó Guillermina, y echándole el brazo por los hombros, la apretó suavemente contra . Nunca, en tiempo alguno, ni en el confesionario, había sentido la prójima su corazón con tantas ganas de desbordarse, arrojando fuera cuanto en él existía.

Debía tener fuerzas hercúleas aquel arrogante granadero de la Iglesia, y si bajo el punto de vista corporal estaba admirablemente constituido para las misiones, no lo estaba menos en el orden espiritual, por ser hombre de muchas sabidurías, eruditísimo en las letras sagradas y bastante fuerte en las profanas, elocuente en el púlpito y persuasivo en la conversación, águila en la cátedra y lince en el confesionario.

Palabra del Dia

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