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Actualizado: 5 de junio de 2025
Le importaba mucho conocer con exactitud el estado de Germana y llevar la cuenta de los días que le quedaban de vida. El señor de La Tour de Embleuse le confió un día todas las cartas del doctor Le Bris. Su lectura produjo en ella tal impresión que hubiera caído enferma de no ser más fuerte que todas las enfermedades. Se vio traicionada por el médico, por el conde y por la Naturaleza.
Muy pocos alcanzan esta gloria a la edad de usted... Creo inútil indicarle lo que el prólogo debe decir. A su talento me confío. El jefe me quiere mucho; de permitirlo sus ocupaciones, hubiese dedicado a mi obra grandísimas alabanzas. Tire usted de pluma sin miedo. Mejor que nadie, sabe usted que ese libro es el resumen de una larga vida política y que hay en él cosas muy notables.
El tenor le confió un día, detrás del órgano, que la contralto poseía un medio para sostener la nota final de cada frase, al objeto de que su voz quedara por más tiempo en el oído del auditorio, acto indigno que sólo podía atribuir a un carácter vicioso e inmoral; que el tenor, dependiente muy conocido de una quincallería en los días laborables, y que cantaba los domingos, no estaba dispuesto a soportarla por más tiempo.
Lo mejor que pude hacer es lo que he hecho, quedarme aquí para siempre. De este modo confió doña Luz todos sus secretos a la hija del médico. La amistad de ambas jóvenes se estrechó desde entonces, y en adelante todo se lo confiaron. El casamiento de doña Manolita se hizo por la posta. Un mes después de haber dado parte a su amiga estaba ya casada.
Pero tal vez sea joven y buen mozo el verdadero Paolo del romance... y usted su Francesca le indiqué sonriendo. Sus dulces labios se entreabrieron ligeramente, pero sacudió la cabeza, suspirando al contestar: Hágame el favor de no anticipar nada sobre eso. Confío y espero que sea viejo y muy feo. De modo que no pueda despertar mis celos, ¿no es verdad? exclamé riendo.
Una sanluqueña rubia, doradita como una doblilla, con unos ojos negros, grandes, de macarena, que hay que comérselos. ¿He dicho algo, compare? Y sin más preámbulos, me confió prolijamente sus secretos amorosos con la emoción ansiosa de un adolescente.
Señor doctor dijo el duque a Stein , en vuestras manos me pongo. Confío en Dios, en vos y en mi buena estrella. Manos a la obra, y no perdamos tiempo. Al oír estas palabras, Stein levantó la cabeza; su rostro quedó perfectamente sereno, y con un ademán modesto, pero imperativo y firme, alejó a los circunstantes.
Jamás lo he hecho con ninguna mujer y no exceptuaré precisamente á la que lleva mi sangre en sus venas. En vos confío para enmendarla, cuando su conducta merezca enmienda; sobre todo en mi ausencia, querida mía, pues si llevo largo tiempo de asueto en el castillo, sólo por vos ha sido, y os confieso que sin vuestra presencia no podría tolerar una semana esta vida tranquila y regalona.
Porque quiero consultarte, sobre algunos vestidos... y también quiero que veas los sombreros...; a ver qué te parecen...; yo confío mucho en tu gusto...; tienes que ver también cuatro trajes de baño distintos... son preciosos... es decir, veremos lo que te parecen.
Y así confio que, puesto en la posesion del amparo de V. E., cobrará nuevo ser y perpetuo renombre mi trabajo; y pido
Palabra del Dia
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