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Actualizado: 12 de mayo de 2025
Y miraba en torno, como un caudillo que se prepara para repeler un largo sitio. Sus ojos encontraron la escopeta colgando del muro entre los adornos de conchas. ¡Muy bien! Debía cargar con bala los dos cañones, y encima un buen puñado de postas o perdigón grueso. Esto nunca está de más. Así lo hacía su glorioso abuelo. Después fruncía el entrecejo al ver el revólver abandonado sobre la mesa. ¡Muy mal! Las armas cortas son para llevarlas encima a todas horas.
Al principio se divirtió contemplando su propia imagen en un charco de agua; luego hizo pequeñas embarcaciones de corteza de abedul y las cargó de conchas marítimas, zozobrando la mayor parte; después se empeñó en tomar entre sus dedos la blanca espuma que dejaban las olas al retirarse, y la esparcía al viento; percibiendo luego una bandada de pajarillos ribereños, que revoloteaban á lo largo de la playa, la traviesa niña se llenó de pequeños guijarros el delantal, y deslizándose de roca en roca en persecución de estas avecillas, deplegó una destreza notable en apedrearlas.
Salimos al fin frente por frente del Colegio de la Compañía, y ya nos disponíamos á estudiar la enorme y suntuosa fachada de su iglesia, cuando reparamos que en la acera opuesta se alzaba una de las maravillas arquitectónicas más célebres de Salamanca; uno de los monumentos que íbamos buscando ex-profeso en aquel viaje; uno de los palacios más bellos y singulares que nos ha legado el siglo XV. Me refiero á la Casa de las Conchas.
Para estas fiestas, en las cuales cantaban las excelencias y las antigüedades de sus Anitis, se adornaban las mujeres tiñéndose de negro los dientes y blanqueándose el pelo, completando el adorno conchas, caracoles, plumas, insectos de colores y hojas de plátano. Los hombres se rapaban el pelo, yendo completamente desnudos.
Y también me enoja, no ya el que no piense en mí y me busque novio, que tiempo hay de sobra y yo no tengo priesa, sino que distraída ella con su general, no me vigile y me deje confiada al adefesio de doña Rita, que, si bien fue su aya, tiene más conchas que un galápago.
Esas conchas necesitan muy poca cosa para vivir. Su principal alimento consiste en la luz que beben, que las penetra y con la que colorean é irisan el interior de su vivienda, escondiendo asimismo el amor solitario en aquella mansión. Todas son dobles: en cada una de ellas hay amada y amante.
Desde las conchas de la casa del Padre se veían perfectamente los menores detalles de la laguna y del volcán. El día estaba bastante entoldado, y el calor no mortificaba como de ordinario. A los postres se nos presentó la capitana Ramona, viuda de un Gobernadorcillo.
Apresuradamente me vestí, abrí las conchas de mi cuarto y me dispuse á asistir al más grande de los misterios del cristianismo. Los últimos crespones de la noche fueron replegados por la tenue luz de un corto crepúsculo, y la claridad sustituyó á las sombras con esa potencia, esa vitalidad y esa gigantesca exuberancia con que hace la naturaleza en este país todas sus manifestaciones.
Ester le dijo á Perla que corretease por la ribera del mar y jugara con las conchas y las algas marinas, mientras ella hablaba un rato con el hombre que estaba recogiendo hierbas á cierta distancia; por consiguiente, la niña partió como un pájaro, y descalzándose los piececitos empezó á recorrer la orilla húmeda del mar.
Fuí conducido al hogar de un buen hombre que se ganaba el sustento fabricando cuadros de conchas: habiendo subido por una semiescala hasta un cuartito obscuro, apercibí, encuadrado en la estrecha ventana, aquel panorama trágico, panorama que me sorprendió tanto como en Suiza la vista del ventisquero de Grindelwald tomada asimismo desde una ventana.
Palabra del Dia
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