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Actualizado: 6 de junio de 2025


Los diferentes incidentes de este día reuniéndose en mi espíritu acababan de probarme hasta qué punto era indigno de la mano y del corazón que osaba ambicionar. Esta unión sería monstruosa, y sin embargo, pronto comprendí que no podía usar para romper su intento de las armas que la casualidad acababa de proporcionarme.

Esperé a Paca a la salida de la Fábrica, pero no logré verla. Isabel tampoco parecía por casa de Anguita. Con Villa no quise desahogarme, porque temía que lo echase a broma. ¡Para bromas estaba yo! Por fin, una noche llegó Isabel a la tertulia, y en la mirada larga e intencionada que me dirigió comprendí que algo grave tenía que decirme.

No cómo fue aquello; pero recuerdo que se agrandaban a mis ojos los inconvenientes y se amenguaban las ventajas mutuas; comprendí que iba a hacer un disparate y a dar un resbalón más grave que el que me ocasionó la rotura de esta endiablada pierna: me sorprendí arrepentido, hija; no cómo fue aquello, , me sorprendí arrepentido, y sin saber cómo empecé a ver claro, clarísimo, y me dije: «la quiero demasiado para casarla conmigo».

Comprendí que aquella larga enfermedad no dependía de , que toda pequeñez era el hecho de la falta de felicidad. «Un hombre es todo o no es nada» me decía. El más pequeño se torna el más grande, el más mísero puede dar envidia... Y me parecía que mi dicha y mi orgullo llenaba París.

El proteger a un ser débil, desarmado, ignorante del peligro y que se fía de nosotros, es misión de una terrorífica dulzura. En aquella noche de viaje comprendí los transportes y las angustias del amor, todo ternura y todo temor; lo comprendí viendo dormir a aquella niña casi desconocida de la que una ironía de la suerte me hacía en aquel momento único protector.

Por sus risas y cuchicheos comprendí que durante todo el día se habían divertido con los embustes de aquel buen señor, quien no ponía freno a su voluble lengua, ni aun en las circunstancias más críticas y dolorosas. El cirujano dijo que convenía dejar reposar al herido, y no sostener en su presencia conversación alguna, sobre todo si ésta se refería al pasado desastre.

En la iglesia de aquel pueblecillo afortunado, y en presencia de aquel cura virtuoso y esclarecido, comprendí de súbito que lo que yo había creído difícil, largo y peligroso, no era sino fácil, breve y seguro, siempre que un clero ilustrado ... viniese en ayuda del gobernante.

Le preguntaron a Carmen, sin considerar el estado que guarda, que si era cierto que eras novio de la señorita Fernández y que te ibas a casar con ella. A me dio mucha cólera eso; porque comprendí que sólo por averiguar y saber la verdad habían venido. Se estuvieron aquí más de tres cuartos de hora, charlando como unas cotorras.

Ella me miró con sus grandes ojos resueltos e inclinó dos o tres veces la cabeza... Comprendí muy bien, y sentí un calofrío... ¡por un poco más, aquélla habría sido una linda noche de bodas! Pero ahora, ¿qué voy a hacer yo con ustedes dos? ¡Sálvanos!... ¡ayúdanos!... ¡ten piedad de nosotros! Se han arrojado a mis pies y me lamen las manos.

En fin: que comprendí que debía tomar yo mismo la iniciativa y buscar aparejo para salir de aquella situación molesta. Decidime a dirigir una carta a doña Tula, sin advertírselo a Gloria. Temía que su orgullo me obligara a desistir. Como que, más que a doña Tula, iba dirigida al enano sinóptico, que era seguramente quien habría de contestarla.

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