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Actualizado: 28 de julio de 2025
Unos surcos largos y ligeros, impresos en montoncillos de arena entre las huellas de las patas, me diéron á conocer que era una perra, y que le colgaban las tetas, de donde colegí que habia parido pocos dias hacia.
Y en el salón daba gritos, mientras los mozos colgaban los tapices de los balcones; hacía aspavientos, e invocaba la tolerancia religiosa, la libertad de cultos y hasta la sesión del juego de pelota. Pero, hombre le decía Ronzal, con deseos de pegarle ¿qué le importa a usted que el Casino cuelgue e ilumine? ¿Qué le ha hecho a usted la Santidad de Pío Nono?
Jacinta hubiera querido subir también; pero Guillermina la sofocaba con sus prisas. «¿Hija, sabes tú la hora que es?». «Sí, nos iremos... Lo que es por mí, ya estamos andando» decía la otra sin moverse del corredor, mirando a la techumbre, en la cual no veía otra cosa que el horrible tinglado donde colgaban los cueros puestos a secar.
Que abandonara esa vida de vagancia, que se hiciera hombre de provecho, que trabajara... ¡Trabajar Agapo! ¡si apenas podía llevar su alma a cuestas! sus brazos colgaban lánguidos de los hombros, sus piernas se negaban a sostenerle mucho rato y hasta su pensamiento era tardo y perezoso, como obrero holgazán que ama el descanso.
No sé qué tenían sus obras, que llevaban siempre el sello de su nariz, visión que me persiguió en sueños varias noches; y el mismo efecto de pesadilla me causaban dos rizos tan largos como poco frondosos, que de una y otra sien le colgaban. Por lo que el traje, dejaba traslucir, era fácil suponer su cuerpo como de lo más flaco, amojamado y pobrecillo que en Safos se acostumbra.
Sus largos cabellos mal trenzados, desaliñados y sin peineta, colgaban hasta el suelo. Calzaba zapatos de seda en chancletas, y llevaba largos pendientes de oro. ¡Cállate, cállate, Ramón! dijo con voz ronca al entrar en la tienda . No me desuelles los oídos.
En el tocador yacían los frascos de pomada y esencias que ella usaba, a medio consumir; en las perchas colgaban algunos de sus abrigos y sombreros. Su imagen graciosa, su blonda cabeza deslumbradora, parecía que iba a parecer detrás de las cortinas. El ambiente estaba embalsamado aún con su perfume habitual.
Aresti conocía aquella alimentación; alubias y patatas con un poco de tocino. El arroz, sólo era buscado cuando la patata resultaba cara. Además, colgaban del techo bacalao y trozos de tasajo americano entre grandes manojos de cebollas y ajos.
Colgaban de las paredes algunos retratos viejos, de familia, por orden de antigüedad, desde la cota de malla hasta la peluca y las chorreras; dos grandes cornucopias de talla dorada, semejantes a las que había en mi habitación de la casona de Tablanca, y un San Jerónimo penitente, muy estropeado.
Las paredes de la sala donde estaba la Cena se tapizaban de damasco carmesí; sobre el damasco se colgaban lindas y antiguas cornucopias con muchas velas de cera ardiendo, y también en la sala había verdes plantas, y canarios en jaulas, y una enorme cruz negra de madera, con adornos y remates de plata fina, asida a la pared por fuertes alcayatas.
Palabra del Dia
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