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Actualizado: 28 de julio de 2025
Ello mucho debió de ser, pero no obligaba a restitución, porque el ama confesaba y comulgaba de ocho a ocho días, y nunca le vi rastro ni imaginación de volver nada ni hacer escrúpulo, con ser, como digo, una santa. Traía un rosario al cuello siempre, tan grande, que era más barato llevar un haz de leña a cuestas. Dél colgaban muchos manojos de imágenes, cruces y cuentas de pendones.
A menudo y deliberadamente, solían darle largas diatribas contra él mismo, que sus compañeros de trabajo colgaban del gancho de su caja como original, pasándole inadvertidas frases tan lacónicas como éstas: «De-Hinchú es hijo del mismísimo diablo», «De-Hinchú es un bribón amarillo», y me traía aún la prueba tan contento, brillando sus ojos y sacando a relucir sus dientes con una sonrisa de satisfacción.
Pendían de las paredes armas brillantes, indias, chinas y japonesas; colgaban del techo cinceladas lámparas de oro; se veían en torno jarrones, tibores y vasos, artísticamente esculpidos, de metales preciosos, de jaspes rarísimos, de antigua porcelana y de ataujía o menuda labor de pedrería, marfil, bronce y otras materias ricas.
De las paredes, leprosas, herpéticas, cubiertas de roña caliza, colgaban monstruosas fungosidades, criptógamas preñadas de veneno, cuya blancura ponzoñosa se destacaba sobre el muro, como una pupila pálida y siniestra en un rostro amoratado. En los codos de los tubos, polvorientas telarañas se tendían, semejantes a sudario gris de olvidados muertos.
Colgó la penca en un clavo, que estaba con otros de que colgaban cordeles, lazos, cuchillos, escarpias y otras herramientas del oficio. Díjome que por qué no me quitaba el manteo y me sentaba; yo le dije que no lo tenía de costumbre.
De las paredes colgaban cuadros modernos de dudoso mérito y algunos retratos de señores de antaño, de esos que están metidos en cincelada armadura de ceremonia, el brazo tieso y en la mano un canuto, señal de mando. Los muebles no eran de lo más moderno.
En el mostrador, de pintada tabla, estaba el peso de metal amarillo, que como el más fino oro de Arabia relucía, y de unos ganchos que traían a la memoria las horcas alzadas por Chaperón en la vecina plazuela, colgaban las orondas reses puestas al despacho.
El suelo tapizado de estera fina de paja. Con el sombrero en la mano y las manos colocadas sobre los riñones, comencé a dar vueltas examinando los cuadros que colgaban de las paredes. Lo primero que llamó mi atención fue un retrato al óleo que representaba una mujer joven y agraciada, con lejano parecido a Gloria.
El muy valiente cayó en nuestras avanzadas, después de haber atravesado un destacamento de cosacos en la meseta del Grosmann; el pobre hombre había recibido un sablazo terrible, y sus entrañas colgaban de la silla del caballo. ¿No es así, Frantz? Sí respondió el cazador con voz sorda. ¿Y qué dijo? preguntó la anciana.
Colgó la penca en un clavo que estaba con otros, de que colgaban cordeles, lazos, cuchillos, escarpias y otras herramientas del oficio. Díjome que por qué no me quitaba el manteo y me sentaba; yo le respondí que no lo tenía de costumbre. ¡Dios sabe cuál estaba de ver la infamia de mi tío!
Palabra del Dia
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