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Actualizado: 10 de junio de 2025
Cuatro docenas de cohetes de dinamita, capaces de estremecer a los muertos en sus tumbas, anunciaron su salida. La murga municipal saludó al astro del día tocando por las calles la famosa polka de los paraguas. Después se situó en el Campo de los Desmayos, rodeada de un enjambre de chiquillos, y ejecutó algunas piezas de ópera. El mar, batiendo suavemente en las peñas, le servía de contrabajo.
En todas partes se oían los gritos de los vendedores: «¡Cuarenta nueces!» «¡Al buen tostado!» «¡A tomar la niii ... eve!» «¡De limón y de leche!» En los espacios libres de paseantes jugaban al toro los granujas. Los chicos quemaban petardos y cohetes chinos, y todo era bullicio y confusión. No lejos de mí una vieja de superabundante plasticidad freía sus buñuelos.
Repicaban las campanas con frenesí creciente. Estallaban multitud de cohetes, que impregnaban el aire con el humo de la pólvora. Y las olas estallaban también suavemente en los peñascos que casi rodean por completo la iglesia de la villa. En aquel concierto gozoso de una naturaleza que sonríe pocas veces, sólo se oía la nota áspera de bajo profundo que entonaba el marido de la Pepaina.
Corría un fresquecillo ligero y sano que agitaba los árboles. Las hojas marchitas se desprendían, giraban un momento y caían después como lluvia sobre el césped. Cuando el sacerdote elevó la Hostia, la gaita y el tambor tocaron con brío la marcha real, el hombre de los cohetes disparó profusión de ellos en un instante; la muchedumbre se inclinó aún más, hasta tocar casi con la frente en el suelo.
Tienes todo el aspecto de un personaje y lo serás muy pronto; de seguro que usas faja para disimular el vientre; eres rico, hablas en esa cueva lóbrega y antipática; tus amigos de allá se entusiasmarán leyendo el discurso del señor diputado, y estarán ya preparando los cohetes y la música para recibirte. ¿Qué te falta?
Entraba por la ventana un torrente de luz, y la estancia, casi obscura, se iluminó con melancólica claridad lunar. Los fuegos habían terminado. Centenares de cohetes de arranque, disparados a la vez, salían del atrio.
¿Será posible? exclamó mi tía. Sí ha de ser, señora, no le quepa duda; si la mozada que iba en el ejército, era de mi flor. En ese momento se oyeron las detonaciones de algunos cohetes que estallaban a no muy larga distancia. ¡Cohetes! exclamó don Narciso, boletín, ese es boletín!
Llegaron él y el señorito Álvaro, a caballo, a escape; tomaron un refresco como usted, y corrieron a San Pedro.... Creo que no habían oído misa y quisieron coger la de la fiesta.... En aquel momento, hacia oriente sonaron estrepitosos estallidos de cohetes cargados de dinamita. Ya están al alzar dijo la doncella.
Los chulos partieron volando, como los cohetes de un castillo de pólvora. El animal no vaciló un instante en perseguirlos. Los chulos desaparecieron. El toro se encontró frente a frente con el matador. Esta formidable situación no duró mucho. El toro partió instantáneamente y con tal rapidez, que Pepe Verano pudo prepararse.
Más de la mitad de aquel montón de árgoma se ha quemado ya en la hoguera: Celso ha disparado una nube de cohetes y los bailarines andan cerca de rendirse. Su voz era dulce, pastosa: su modo de hablar grave y sosegado, trasmitiendo á los demás la calma que reinaba en su espíritu. Desde la Braña hasta aquí hay algunos pasos respondió Nolo con parecido sosiego.
Palabra del Dia
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