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Actualizado: 10 de junio de 2025


Esto le animó para escribir otras tres al año siguiente, dando cuenta al público del número asombroso de cohetes que se dispararon en Sarrió los días 13, 14 y 15, la lindísima iluminación del 16, y el suntuoso baile celebrado en el Liceo la noche del 17. Después de haber gustado las dulzuras de la publicidad, don Rosendo no podía menos de paladearlas de vez en cuando.

Mas podemos afirmar, bajo palabra de honor, que un día hemos visto entrar á un niño pidiendo media libra de fideos y se la dieron; otro día entraron varios jóvenes por cohetes y salieron con ellos; y, finalmente, en cierta ocasión entró una mujer pidiendo sanguijuelas y observamos que satisfacían su demanda.

Cuando se hacía momentáneamente el silencio en el comedor, oíase cómo se regocijaba fuera la plebe; el rasgueo de la guitarra, el estallido de los cohetes, el cacareo de las mujeres; y algunas veces el estruendo venía de abajo, de la cocina, donde sonaban el vozarrón de Nelet y las corridas medrosas de las criadas, con chillidos de protesta débil. También allí partían huevos.

El niño acababa de vestirse, los señores charlaban en el comedor; la mesa estaba puesta; ya que no la plaza, ni las niñas de banda azul, ni las señoras de la rifa, ni tanto detalle curioso del animadísimo cuadro que ofrece aquel día de las fiestas patrias, vería los cohetes desde la puerta; y era mucho, si la dejaban.

Iten el mismo día pagué de seis pares de zapatos para los representantes cincuenta y cuatro sueldos, á 9 s. el par. Mas pagué á un escopetero por los cohetes y duxidores que hizo para la dicha representación ocho reales, y más pagué de encordar dos orguelas para la dicha fiesta, 8 s. por las tres partidas LXXVIII sueldos.

Ni Gabriela ni yo volvimos el rostro hacia la calle. Ardían ruedas y ruedas, tronaban las marquesas, surcaban el aire vistosos cohetes, y nosotros no mirábamos nada. Gabriela prosiguió: Dígame usted.... ¿No es verdad que está usted enamorado de Linilla? No pude articular una palabra. ¿No es cierto que ustedes se aman? Respóndame, Rodolfo!

Eran las tres de la tarde de aquel día sofocante; las iglesias echaban a vuelo sus campanas, los cohetes y las bombas estallaban en el aire sin interrupción. A medida que la tropa desembarcaba, los batallones iban formando en el muelle la columna.

Cruzó el espacio un silbido rápido, estridente, un ruido semejante al desgarro de inmensa sábana, y en lo más alto del cielo, después de una detonación de lejano cañonazo, esparcióse un haz de puntos luminosos de diversos colores, que descendieron lentamente, dejando tras culebrillas de fuego. Eran los cohetes voladores que anunciaban el disparo de los fuegos artificiales.

Basta solo este breve relato para comprender el esplendor con que se celebró esta procesión en los últimos años del siglo XVIII, realzado con la presencia de la que suponemos sería rica custodia, acompañada por numerosa clerecía y particulares, con sus cantores y músicas; sus nubes de incienso, sus cohetes y ruedas de fuegos artificiales, sus danzas y gigantones, sus ricos simpecados; en suma, con el júbilo y regocijo que inundaba las almas de miles de espectadores que afluirían á las calles de la carrera.

Acometida de un furor orgulloso, soltó por su boca desdentada mil improperios contra el párroco y contra las zagalas de Canzana que la perseguían cruelmente con su envidia. Esto causó el regocijo no sólo de Regalado, sino de cuantos la escuchaban. Pero ya al son de la gaita y el tambor y con el estampido de los cohetes salía la sagrada imagen de la Virgen del Carmen por la puerta de la iglesia.

Palabra del Dia

rigoleto

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