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Actualizado: 12 de mayo de 2025


¿Dónde está la señorita Lucía? preguntó brutalmente a Sardiola, que velaba. No ... El fiel perro alzó los ojos y contempló las facciones descompuestas del marido, y una intuición rápida le dijo docenas de cosas. Miranda salió como un cohete, y recorrió las habitaciones llamando a Lucía a gritos. Silencio profundo. Entonces resueltamente salió al balcón, y bajó al jardín.

Montifiori había pensado en que él no podía ser católico al cohete, sin servirse de sus creencias religiosas.

El estallido lejano de un cohete les hizo á todos levantarse de sus asientos y salir fuera del pórtico. ¡Ahí están los ramos! gritaron los chicos. La pequeña iglesia de Entralgo se halla situada en la falda de la colina y dista del pueblo dos tiros de piedra. Desde el campo que hay delante se domina bastante bien el valle.

El cigarro pateador consistió, en sus líneas elementales, en un cohete que rodeado de papel de fumar, fué colocado en el atado de cigarrillos que tío Alfonso tenía siempre en su velador, usando de ellos a la siesta. Un extremo había sido cortado a fin de que el cigarro no afectara excesivamente al fumador.

Apenas se bajó el telón García corrió como un cohete a participar a su amigo la fausta nueva. Este la recibió con aparente frialdad, aunque vivamente satisfecho en el fondo. García se volvió inmediatamente al teatro, acompañado solamente de don Germán, pues Tristán, haciéndose un poco el displicente, manifestó que no iría hasta que se supiese el éxito del segundo, clave de la obra.

El juró, por un calvario de cruces, no sólo amarla eternamente, sino las demás paparruchas que es de práctica jurar en casos tales, y para festejar la aventura añadió que en su cuarto tenía dos botellas del riquísimo moscatel que había venido de regalo para su excelencia el virrey. Y rápido como un cohete descendió y volvió a subir, armado de las susodichas limetas.

De tiempo en tiempo, un cohete de arranque subía rasgando los aires, estallaba en las alturas, y se deshacía en chorros de fuego, en luces blancas, verdes, rojas, que esmaltaban con los colores nacionales el obscuro cielo. Tronaban en el atrio los mortereres disparando marquesas, reventaba la bomba, y se iluminaban con rapidísima claridad, cúpulas y torre.

¡Hurra por el capitán Kernok, hurra por su mujer, hurra por El Gavilán! Un cohete partió del San Pablo, que estaba al pairo a dos tiros de fusil del brick. Después de describir una curva, cayó en una lluvia de fuego. Capitán, ¿ha visto usted ese cohete? dijo el segundo. Ya lo que es, valiente mío. Vamos, vamos, muchachos, haced circular el ron y la ginebra. Un vaso para y otro para mi mujer.

Oiga usted, le grité con resolucion: ¿es decir, que nos hemos de quedar de este modo? El amo responde de lo que suceda. Perdone usted; el amo no puede responder de que me degüellen, y si esto aconteciera, me importaria muy poco que su amo respondiese. El garçon soltó una carcajada con el mayor aplomo, cual si creyera que yo queria tener con él un rato de solaz, y desapareció como un cohete.

Iba a enfilar la puerta como una exhalación; pero viéndola ocupada por el amo, saltó sobre el mostrador, sin duda para que le sirviera de trampolín; y derribando y haciendo añicos media docena de vasos y una botella, cruzó el espacio como un cohete; pasó, sin tocar, sobre la cabeza de Simón; cayó en la calle, sin soltar la morcilla, por supuesto, y desapareció en la calleja inmediata.

Palabra del Dia

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