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Actualizado: 23 de mayo de 2025


Me bastaba saber que todavía estaba viva, porque cuando la traje a tierra creí que ya era inútil todo auxilio humano, y que el cobarde atentado de su vulgar amante había tenido éxito. Tiritaba y se estremecía de la cabeza a los pies, pues el viento de la noche cortaba como un cuchillo, y, al fin, por indicación mía, se puso de pie y, apoyándose pesadamente sobre mi brazo trató de caminar.

Don Álvaro en aquel papel que olía a mujerzuela, hablaba con frases románticas e incorrectas de su crimen, de la muerte de Quintanar, de la ceguera de la pasión. «Había huido porque...». ¡Porque tuviste miedo a la justicia, y a también, cobarde! se dijo Frígilis.

LEONOR. Si necesitas mi sangre, aquí la tienes. MANRIQUE. ¡Leonor! ¡Qué desgraciada en amarme has sido! ¿Por qué, infeliz, mis amores escuchaste? ¿Y no me aborreces? LEONOR. No. MANRIQUE. ¿Sabes que presa mi madre espera tal vez la muerte? ¡Venganza infame y cobarde! ¿qué espero yo...? LEONOR. Ven... No vayas... Mira, el corazón me late, y fatídico me anuncia tu muerte. MANRIQUE. ¡Llanto cobarde!

Defendía la conducta del cabecilla asesino Rosas Samaniego, que estaba entonces preso en Estella, y le parecía poca cosa el echar a los hombres por la sima de Igusquiza, tratándose de liberales y de hombres que blasfemaban de su Dios y de su religión. Contó el tal viejo varias historias de la guerra carlista anterior. Una de ellas era verdaderamente odiosa y cobarde.

Pero no tardé en desechar este pensamiento, considerándole cobarde hipocresía con que mi entendimiento, más mentiroso que sutil, trataba de atenuar el poderoso conato de mi voluntad viciosa. No: no me pareciste semejante a D. Jaime, sino mil y mil veces mejor que él.

El deshonor, la muerte, todo lo creo preferible á la miseria... Yo, que no temo los peligros, me siento cobarde al pensar en la pobreza. Moría la madre, crédula y sensual, fatigada de esperar una fortuna sólida que no llegaba nunca.

Veamos, pues, qué tales trazas tiene el difunto. Es un sargento mayor dijo un alguacil. ¡Un sargento mayor!... exclamó Montiño. Y de una manera instintiva arrojó una mirada cobarde al cadáver, cuyo semblante estaba alumbrado por la luz de la linterna de un alguacil. ¡Don Juan de Guzmán! exclamó Montiño reconociéndole ¡el infame que me ha robado mi dinero, mi mujer y mi hija!

Señorita exclamó el capellán con fuego , quisiera librarla de todos los disgustos que pueda tener en el mundo, aunque me costase sangre de las venas. O esa mujer se casa y se va pronunció Nucha , o.... Interrumpió aquí la frase. Hay momentos críticos en que la mente acaricia dos o tres soluciones violentísimas, extremas, y la lengua, más cobarde, no se atreve a formularlas.

En aquel momento, podemos asegurarlo, Coletilla habría quedado muy satisfecho si Fernando hubiera cogido en su cobarde mano la espada augusta de sus mayores, atravesándole con ella. Pero Fernando no hizo tal cosa. Coletilla sintió todo el menosprecio de su amo, y aquel puntapié moral le lastimó más que una puñalada.

y yo somos dos, ¿me entiendes? No pienses que te tengo miedo... Aunque viejo, aún no se me cae una herramienta de la mano... ¡Sal conmigo, cobarde! ¡Sal á la calle y verás cómo te corto el cuello!

Palabra del Dia

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