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Actualizado: 16 de julio de 2025


A partir de aquel día la señora Princetot fue la amante del guarda general, y éste ya no se fastidió como antes en Val-Clavin. El señor Princetot se ausentaba con frecuencia para ir a hacer sus compras de vinos o para venderlos a sus clientes de la montaña, de lo que los amantes se aprovechaban.

Ellas no invocaban a María y José, quienes sólo se apiadan de sus clientes y obran con la misma parcialidad de un cacique nacionalista o demócrata. ¿Y qué significa la ley que no admite y persigue la poligamia cuando son esposas de Jesús tantas vírgenes que esperan otra vida para entregarse a su esposo? ¿Y qué decir de María, esposa del Padre, de su propio hijo, de José y Santo Domingo? El Sr.

Le prohibe que ausculte a las clientes ni siquiera la piel, y asiste a todas las consultas escondida detrás de un tapiz que representa a Alejandro victorioso. Cada vez que su marido va más allá de lo conveniente, Alejandro se agita. RAQUEL. Más estúpido todavía es casarse. ¡A menos que se presente una buena proporción...! TERESA. ¡El maestro Joaquín, por ejemplo...!

Vamos a despachar, antes de que principien a llegar los clientes. Ya verá usted. ¡Esto es atroz! No paro en todo el día. Esto parece un jubileo. Se levantó, y fuimos a la pieza contigua. Tome usted asiento. ¡En facha! Voy a dictar un escrito.

Luego que supieron que don Juan había salido, y que no volvería hasta la tarde, las dos muchachas se colaron de rondón en el despacho, y tomaron asiento en la banca de los clientes. Se abanicaban furiosamente, y se miraban y sonreían como deseosas de decir algo que no les cabía en el cuerpo. ¿No le robamos el tiempo? preguntó la morena. No, señorita. ¿De veras? dijo la rubia. No.

Y, aunque se nos ocurriese, no podríamos intentarlo, porque nos habríamos dejado la cartera en casa. Mientras tanto, esto es, mientras la supresión de los bolsillos no se extienda de los empleados a los clientes, la cosa nunca podrá tener el valor de un ensayo social.

Don Robustiano Somoza, en cuanto asomaba Marzo, atribuía las enfermedades de sus clientes a la Primavera médica, de la que no tenía muy claro concepto; pero como su misión principal era consolar a los afligidos y solía satisfacerles esta explicación climatológica, el médico buen mozo no pensaba en buscar otra.

Algo tuvo que esperar el joven por haber muchos clientes, pero al fin llegó su turno y pasó al estudio ó bufete como se llama generalmente en Filipinas. Recibióle el abogado con una ligera tosecilla mirándole furtivamente á los piés; no se levantó ni se cuidó de hacerle sentar y siguió escribiendo. Isagani tuvo ocasion de observarle y estudiarle bien.

Había veces que le tenía adelantados cuatro ó cinco mil francos, y cuando era absolutamente indispensable entregar dinero, gritaba hasta el punto de hacer necesaria la presencia del juez de paz. Entre nosotros, creo que los negocios de Fortunato van bastante mal." El primo de la señorita Guichard perdía clientes que habían oído decir que Roussel podía muy bien "faltar" cualquiera mañana.

Juanito y las dos mujeres, después de una hora de espera viendo las entradas y salidas de los clientes, que andaban con aire discreto, como influidos por aquel ambiente de seráfica calma, fueron admitidos a la presencia del gran hombre. Atravesaron la oficina, donde media docena de pobres diablos plumeaban encorvados, levantando la cabeza para lanzar a Tónica una mirada rápida.

Palabra del Dia

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